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viernes, 26 de julio de 2013

Mi testimonio personal


Queridos amigos:
¡Me alegra haber tenido la oportunidad de conocerlos -a la mayoría de ustedes- a través de los años, escucharlos y poder asesorarlos espiritualmente en diversas áreas de su vidas! A fin de estrechar nuestros lazos de amistad (San Juan 15:15) y que me conozcan también, el Señor Jesús me inspiro a escribirles mi testimonio personal de cómo fue que atendí a Su llamado y me volví misionero. Es mi oración que Dios les inspire a buscarlo y tener fe de que Él puede transformar sus vidas como lo hizo con la mía.

Mi testimonio personal:
Nací en Ecuador, en una zona rural. Estudie en la escuelita de la localidad y al mostrar cierto amor al estudio mis padres me enviaron a estudiar al pueblo a la edad ocho años. Fue la primera vez que me separe de ellos y esto marco mi vida, pues desde allí, me volví independiente y nació en mí el deseo de explorar el mundo. Era sobresaliente en mis estudios y a los doce años comencé a plantearme las grandes interrogantes de la vida, como: ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? y ¿Hacia dónde vamos? Esto me llevó a interesarme en la filosofía y además comencé a explorar el ocultismo a través de libros. También comencé a practicar karate, lo cual me introdujo en el yoga y la meditación.
A los dieciséis años había leído y desarrollado mi intelecto de tal forma que no creía en Dios, me gustaba argumentar con la gente religiosa y contradecir sus argumentos, al punto que lo disfrutaba y me declaraba ateo.
Fue a partir de esos años que comencé a llenarme de temor, comencé a tener experiencias espirituales desagradables como pesadillas cada noche, que apenas cerraba los ojos me quedaba paralizado y veía sombras.
Mi estado se fue deteriorando cada vez más que ahora, a más de eso me volví muy introvertido y depresivo, yo era la tristeza andando y me sentía derrotado al punto que no le encontraba sentido a la vida; en ese estado acaricie la idea de suicidarme. La única razón que me detuvo de hacerlo fue que en el fondo creía que la vida debía tener un propósito.
Por lo demás en los estudios ya no me iba bien, tenía un trabajo que odiaba con una jefa que me gritaba y con las chicas, bueno… era tan tímido, con una autoestima por los suelos que apenas tenía el valor de acercarme a ellas, lo cual empeoraba mucho más mí situación.
Fue poco antes de cumplir diecinueve años que mientras estaba en mi trabajo llegaron dos jóvenes misioneros de La Familia Internacional, una chica y un chico y me testificaron acerca de Jesucristo y su plan de salvación. Lo que más me llamó la atención de ellos fue ver tanta luz en sus ojos que estos literalmente brillaban con intensidad en la oscuridad en yo me encontraba. Transmitían tanto amor y bondad  y una paz que casi se podía palpar. Por supuesto que eso era desconocido para mí. Accedí a hablar con ellos y a bombardearlos con mis preguntas ateas, pero ellos me respondieron con mucho amor y sabiduría y al final recibí a Jesús en mi corazón. Pero fue una aceptación de tipo intelectual.
Mi vida -en apariencia- no mejoró, al contrario a partir de allí, era como si estuviera cayendo vertiginosamente al fondo de un pozo. Fue en aquella época que comencé a leer el libro de Dale Carnegie titulado “Como librarse de las preocupaciones y disfrutar de la vida” que me ayudó mucho especialmente las citas en unos de su capítulos “El modo perfecto de suprimir las preocupaciones” que dice: “Francis Bacon tenía razón cuando dijo, hace trescientos cincuenta años: "Un poco de filosofía inclina al espíritu humano al ateísmo, pero las profundidades filosóficas llevan a los espíritus humanos a la religión". Fue esta cita que me ayudó a decidirme de corazón por Dios ya que yo me consideraba un filósofo ateo, infeliz. La siguiente cita  fue: "La oración es la más poderosa forma de energía que se pueda generar. En tal caso ¿por qué no usarla?  ¿Por qué no cierra usted este libro ahora, se va a su dormitorio, cierra la puerta, se arrodilla y alivia su corazón?”.
Así fue que como me arrodille y le pedí a Jesús que entrara en mi corazón y perdonara todos mis pecados. En ese momento me invadió una paz indescriptible, tuve la experiencia de sentir el poder de Dios restaurando mi vida. A partir de allí mi vida comenzó a dar un vuelco en todo sentido, las cosas comenzaron a mejorar. Esto me convenció de que Dios tenía la solución a mis problemas y comencé a preguntarme quien me podría ayudar a conocerlo mejor. Como no me gustaba ir a las iglesias por diversas razones me acorde de los misioneros y les escribí. Me comenzaron a enviar literatura por correspondencia dos veces por mes, la cual leía con avidez y a partir de allí comenzó mi crecimiento espiritual. Finalmente me invitaron a su comunidad misionera. Mi primera impresión al llegar, fue la de haber llegado al cielo, las personas se las veía muy felices y allí se respiraba un ambiente cristiano de amor, paz y tanta armonía. Me sentía como si hubiese estado perdido, fuera de casa por mucho tiempo y finalmente llegué. Supe en lo profundo de mi corazón que había encontrado a Dios y Su verdad, que por tantos años había estado buscando en otras fuentes.
Después de un año y medio de conocerlos y de asistir a los cursos formativos que nos daban, finalmente decidí que yo también quería hacer los que ellos hacían, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (San Marcos 16:15). Eso fue en 1.990 y desde entonces no he parado. He tenido la oportunidad de misionar en mi país Ecuador, Colombia, Brasil, Bolivia y actualmente vivo en Costa Rica, donde conocí a mi esposa Elizabeth, de Eslovenia y Dios nos ha bendecido con dos hermosos hijos: Nathan y Esther. Y he tenido la oportunidad de ayudar y de trabajar con todo tipo de personas y situaciones.

San Juan 10:10 y 11   El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.  Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Romanos 10:8-10  Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Si no lo has recibido, recíbelo ahora mismo haciendo esta sencilla oración:
«Querido Jesús, creo que moriste por mí y que me amas. Te abro las puertas de mi corazón y te pido que entres. Te ruego que me perdones las faltas que he cometido y que me des Tu regalo de la vida eterna en el Cielo. Lléname de Tu amor, paz y alegría, y ayúdame a transmitir ese amor y gozo a los demás. Amén.»
Entrégale tu vida a Jesús y Él te dará la suya, su amor, gozo y paz. Dios te bendiga, te amamos y estaremos felices de saber de ti y de enviarte más información acerca de tu nueva vida de amor.  Por favor mantente en contacto con nosotros. Escríbenos hoy mismo a nuestro email: mluzcelestial@gmail.com 




¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth, Nathan y Esther
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfono: (506) 88539162


1 comentario:

  1. Me encantó conocer tan detallado tu testimonio, nuestra vida es un testimonio real de que Dios existe.
    Te amo hermano y me alegra conocerte.

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