Queridos amigos:
¡Me alegra haber tenido la oportunidad de conocerlos
-a la mayoría de ustedes- a través de los años, escucharlos y poder asesorarlos
espiritualmente en diversas áreas de su vidas! A fin de estrechar nuestros
lazos de amistad (San Juan 15:15) y que me conozcan también, el Señor Jesús me
inspiro a escribirles mi testimonio personal de cómo fue que atendí a Su
llamado y me volví misionero. Es mi oración que Dios les inspire a buscarlo y
tener fe de que Él puede transformar sus vidas como lo hizo con la mía.
Mi
testimonio personal:
Nací en Ecuador, en una zona rural. Estudie en la
escuelita de la localidad y al mostrar cierto amor al estudio mis padres me
enviaron a estudiar al pueblo a la edad ocho años. Fue la primera vez que me
separe de ellos y esto marco mi vida, pues desde allí, me volví independiente y
nació en mí el deseo de explorar el mundo. Era sobresaliente en mis estudios y
a los doce años comencé a plantearme las grandes interrogantes de la vida,
como: ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? y ¿Hacia dónde vamos? Esto me
llevó a interesarme en la filosofía y además comencé a explorar el ocultismo a
través de libros. También comencé a practicar karate, lo cual me introdujo en
el yoga y la meditación.
A los dieciséis años había leído y desarrollado mi
intelecto de tal forma que no creía en Dios, me gustaba argumentar con la gente
religiosa y contradecir sus argumentos, al punto que lo disfrutaba y me
declaraba ateo.
Fue a partir de esos años que comencé a llenarme de
temor, comencé a tener experiencias espirituales desagradables como pesadillas
cada noche, que apenas cerraba los ojos me quedaba paralizado y veía sombras.
Mi estado se fue deteriorando cada vez más que
ahora, a más de eso me volví muy introvertido y depresivo, yo era la tristeza
andando y me sentía derrotado al punto que no le encontraba sentido a la vida;
en ese estado acaricie la idea de suicidarme. La única razón que me detuvo de
hacerlo fue que en el fondo creía que la vida debía tener un propósito.
Por lo demás en los estudios ya no me iba bien,
tenía un trabajo que odiaba con una jefa que me gritaba y con las chicas,
bueno… era tan tímido, con una autoestima por los suelos que apenas tenía el
valor de acercarme a ellas, lo cual empeoraba mucho más mí situación.
Fue poco antes de cumplir diecinueve años que
mientras estaba en mi trabajo llegaron dos jóvenes misioneros de La Familia Internacional, una chica y un chico y me
testificaron acerca de Jesucristo y su plan de salvación. Lo que más me llamó
la atención de ellos fue ver tanta luz en sus ojos que estos literalmente
brillaban con intensidad en la oscuridad en yo me encontraba. Transmitían tanto
amor y bondad y una paz que casi se
podía palpar. Por supuesto que eso era desconocido para mí. Accedí a hablar con
ellos y a bombardearlos con mis preguntas ateas, pero ellos me respondieron con
mucho amor y sabiduría y al final recibí a Jesús en mi corazón. Pero fue una
aceptación de tipo intelectual.
Mi
vida -en apariencia- no mejoró, al contrario a partir de allí, era como si
estuviera cayendo vertiginosamente al fondo de un pozo. Fue en aquella época
que comencé a leer el libro de Dale Carnegie titulado “Como librarse de las
preocupaciones y disfrutar de la vida” que me ayudó mucho especialmente las
citas en unos de su capítulos “El modo perfecto de suprimir las preocupaciones”
que dice: “Francis Bacon tenía razón cuando dijo,
hace trescientos cincuenta años: "Un poco de filosofía inclina al espíritu
humano al ateísmo, pero las profundidades filosóficas llevan a los espíritus
humanos a la religión". Fue esta cita que me ayudó a decidirme de
corazón por Dios ya que yo me consideraba un filósofo ateo, infeliz. La
siguiente cita fue: "La oración es la más poderosa forma de
energía que se pueda generar. En tal caso ¿por qué no usarla? ¿Por qué no cierra usted este libro ahora, se
va a su dormitorio, cierra la puerta, se arrodilla y alivia su corazón?”.
Así fue
que como me arrodille y le pedí a Jesús que entrara en mi corazón y perdonara
todos mis pecados. En ese momento me invadió una paz indescriptible, tuve la
experiencia de sentir el poder de Dios restaurando mi vida. A partir de allí mi
vida comenzó a dar un vuelco en todo sentido, las cosas comenzaron a mejorar.
Esto me convenció de que Dios tenía la solución a mis problemas y comencé a
preguntarme quien me podría ayudar a conocerlo mejor. Como no me gustaba ir a
las iglesias por diversas razones me acorde de los misioneros y les escribí. Me
comenzaron a enviar literatura por correspondencia dos veces por mes, la cual
leía con avidez y a partir de allí comenzó mi crecimiento espiritual.
Finalmente me invitaron a su comunidad misionera. Mi primera impresión al
llegar, fue la de haber llegado al cielo, las personas se las veía muy felices
y allí se respiraba un ambiente cristiano de amor, paz y tanta armonía. Me
sentía como si hubiese estado perdido, fuera de casa por mucho tiempo y
finalmente llegué. Supe en lo profundo de mi corazón que había encontrado a
Dios y Su verdad, que por tantos años había estado buscando en otras fuentes.
Después de
un año y medio de conocerlos y de asistir a los cursos formativos que nos
daban, finalmente decidí que yo también quería hacer los que ellos hacían, “Id
por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (San Marcos 16:15).
Eso fue en 1.990 y desde entonces no he parado. He tenido la oportunidad de
misionar en mi país Ecuador, Colombia, Brasil, Bolivia y actualmente vivo en
Costa Rica, donde conocí a mi esposa Elizabeth, de Eslovenia y Dios nos ha
bendecido con dos hermosos hijos: Nathan y Esther. Y he tenido la oportunidad
de ayudar y de trabajar con todo tipo de personas y situaciones.
San
Juan 10:10 y 11 El ladrón no viene sino
para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que
la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el
buen pastor su vida da por las ovejas.
Romanos 10:8-10 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la
palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que
Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación.
Si no lo
has recibido, recíbelo ahora mismo haciendo esta sencilla oración:
«Querido
Jesús, creo que moriste por mí y que me amas. Te abro las puertas de mi corazón
y te pido que entres. Te ruego que me perdones las faltas que he cometido y que
me des Tu regalo de la vida eterna en el Cielo. Lléname de Tu amor, paz y
alegría, y ayúdame a transmitir ese amor y gozo a los demás. Amén.»
Entrégale tu vida a Jesús y Él te dará la
suya, su amor, gozo y paz. Dios te bendiga, te amamos y estaremos felices de
saber de ti y de enviarte más información acerca de tu nueva vida de amor. Por favor mantente en contacto con nosotros.
Escríbenos hoy mismo a nuestro email: mluzcelestial@gmail.com
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth, Nathan y Esther
Ministerio Luz Celestial, San
José – Costa Rica
Teléfono: (506) 88539162
Me encantó conocer tan detallado tu testimonio, nuestra vida es un testimonio real de que Dios existe.
ResponderEliminarTe amo hermano y me alegra conocerte.