Por Peter Amsterdam
Para muchos de nosotros,
un aspecto importante de la Navidad es recordar el nacimiento de Jesús, ya sea
mediante representaciones y pesebres vivientes, leyendo en la Biblia el relato
del nacimiento, o cantando hermosos villancicos. Al celebrar la temporada
navideña, rememoramos los hechos que dieron origen a todo eso.
Los pastores, los reyes
magos, el pesebre y la estrella nos conectan con distintos aspectos del
nacimiento de nuestro Salvador. Al examinar el contexto en que se produjo dicho
nacimiento, se descubre que en los pasajes de los Evangelios sobre la Natividad
hay ecos de diversos sucesos registrados en el Antiguo Testamento. El
conocimiento de esas conexiones con el pasado distante puede ampliar nuestra
comprensión y valoración de la obra que hizo Dios al ejecutar Su plan para
salvarnos.
Uno de esos aspectos es el
anuncio hecho a una joven judía llamada Miriam —María en español— en el sentido
de que había sido escogida para ser madre del Hijo de Dios.
Al
sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la
casa de David; y el nombre de la virgen era María[1].
María estaba comprometida
con José, lo cual, según la costumbre de aquella época, significaba que ante la
ley se la consideraba casada con él, aunque aún no vivieran juntos. No había
habido ceremonia de bodas, y el matrimonio no se había consumado. En dos
ocasiones Lucas, autor de ese Evangelio, menciona que María era virgen.
El ángel Gabriel le hizo a
María un asombroso anuncio:
Entrando
el ángel a donde ella estaba, dijo: «¡Salve, muy favorecida! El Señor es
contigo; bendita tú entre las mujeres». Pero ella, cuando lo vio, se turbó por
sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo:
«María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu
vientre y darás a luz un Hijo, y llamarás Su nombre Jesús. Este será grande, y
será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, Su
padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y Su reino no tendrá fin»[2].
Seis meses antes, el mismo
ángel se le había aparecido a Zacarías, marido de Elisabet, prima de María,
mientras estaba en el Templo de Jerusalén, para anunciarle que Elisabet también
iba a tener un hijo. A Zacarías Gabriel le dijo:
Tendrás
gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, porque será grande
delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo aun
desde el vientre de su madre. Hará que muchos de los hijos de Israel se
conviertan al Señor, su Dios. E irá delante de Él con el espíritu y el poder de
Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes
a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto[3].
Ambos anuncios los hizo un
mensajero celestial, un ángel. En ambos se comunicó que iba a nacer un hijo en
una situación que requería intervención divina, puesto que María era virgen y
Elisabet era anciana y estéril.
A María se le mandó llamar
a su hijo Jesús. A Zacarías se le dio instrucciones para que lo llamara Juan:
Al
verlo, Zacarías se turbó y lo sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo:
«Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída y tu mujer Elisabet dará a
luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan»[4].
Zacarías se turbó y asustó
al ver al ángel; María también. A ambos se les dijo que no tuvieran miedo.
María hizo una pregunta:
Zacarías también hizo una
pregunta:
Zacarías
preguntó al ángel: «¿En qué conoceré esto?, porque yo soy viejo y mi mujer es
de edad avanzada»[6].
Ambos anuncios —el del
nacimiento de Juan el Bautista y el del nacimiento de Jesús— siguen un patrón
similar al de los relatos del Antiguo Testamento sobre el nacimiento de Ismael,
de Isaac y de Sansón.
Veamos algunas de las
similitudes que hay en todos esos relatos:
- Se aparece un ángel del Señor
(o el Señor mismo)
- La persona se asusta, se
asombra o se postra ante el ángel o mensajero
- Se le comunica un mensaje
divino que contiene uno o varios de los siguientes elementos:
- Se menciona el nombre de la
persona que recibe la visita
- Se le dice que no tenga miedo
- Se le revela que la mujer está
o pronto va a quedar encinta
- Se le indica que tendrá un
hijo
- Se le explican los futuros
logros del hijo
- La persona no entiende cómo va
a ser eso posible y pone una objeción o pide una señal
- Se le da
una señal
El mismo patrón se observa
en el caso de Agar, madre de Ismael, cuando el ángel del Señor la halló en el
desierto. El ángel la llamó por su nombre y le preguntó: «Agar, ¿a dónde vas?»
Ella manifestó su asombro al exclamar: «Tú eres el Dios que me ve», porque
dijo: «¿Acaso no he visto aquí al que me ve?» Y el ángel le anunció: «Estás
embarazada y darás a luz un hijo a quien pondrás el nombre de Ismael; y vivirá
enfrentado a todos sus hermanos»[7].
Un patrón similar se
aprecia en el caso de Abraham y su esposa Sara, que era estéril.
El Señor se apareció a
Abraham cuando este tenía noventa y nueve años y le dijo: «Yo soy el Dios
Todopoderoso». Abraham se postró sobre su rostro delante del Señor. Este
anunció que en el plazo de un año le daría a Abraham un hijo de Sarai, su
esposa, que a partir de ese momento sería llamada Sara. Abraham puso en duda
que eso fuera posible, preguntándose: «¿A un hombre de cien años habrá de
nacerle un hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, habrá de concebir?» Dios mandó a
Abraham que llamara Isaac a su hijo y le dijo que establecería un pacto con
Isaac y con sus descendientes[8].
También hay similitudes
con el nacimiento de Sansón.
El ángel del Señor se
apareció a una mujer estéril, le anunció que tendría un hijo y le mandó que no
bebiera vino ni licores, ni comiera nada inmundo, ya que él sería nazareo para
Dios toda su vida[9].
Manoa, esposo de la mujer, le pidió al Señor que enviara el ángel una segunda
vez, y así fue. Al final de la segunda visita, Manoa y su mujer ofrecieron un
holocausto al Señor, y el ángel ascendió en medio de las llamas. Al ver eso,
Manoa y su esposa se postraron. Después Manoa, asustado, dijo a su mujer:
«Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios»[10].
Otro aspecto que es digno
de mención es el milagro de que tres de esas mujeres quedaran embarazadas. Sara
y Elisabet eran las dos estériles y ancianas; la madre de Sansón también era
estéril, aunque en el Antiguo Testamento no figura su edad. A pesar de las
diferencias que hubo en sus circunstancias, ninguna de ellas habría podido
concebir sin la intervención directa de Dios. En cada ocasión, el matrimonio
fue testigo de un nacimiento milagroso, tal como el Señor lo había anunciado.
Lo de María fue distinto.
Era virgen. Aunque en los
nacimientos milagrosos anteriores se había puesto de manifiesto el portentoso
poder de Dios, en ningún caso en el Antiguo Testamento había quedado encinta
una mujer que nunca hubiera estado con un hombre. Si bien Sara y Elisabet
habían superado por un milagro de Dios las limitaciones que les imponía su edad
y su esterilidad, para que María concibiera hacía falta un milagro aún mayor.
Se requería una manifestación totalmente distinta del poder creativo de Dios.
María le preguntó al ángel
cómo iba a suceder eso.
«¿Cómo
será esto?, pues no conozco varón». Respondiendo el ángel, le dijo: «El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de
Dios»[11].
Dios en este caso, en vez
de invalidar un impedimento físico como la esterilidad o la avanzada edad, iba
a tener que realizar un acto creativo único, sin precedentes.
El hecho de que el
Espíritu Santo cubriera a María con Su sombra para realizar esa obra creativa
de Dios relaciona esta intervención sobrenatural con una de las frases
iniciales del libro del Génesis:
La
tierra no tenía forma y estaba vacía, y la oscuridad cubría las aguas
profundas; y el Espíritu de Dios se movía en el aire sobre la superficie de las
aguas[12].
El escritor Raymond E.
Brown lo expresó de esta manera:
El
Espíritu que desciende sobre María se parece más al Espíritu de Dios que
revoloteaba sobre las aguas antes de la creación en Génesis 1:2. La tierra
estaba vacía y sin forma cuando apareció el Espíritu; así también el vientre de
María estaba vacío antes de que Dios, mediante el Espíritu, pusiera en él un
niño que era Hijo Suyo[13].
Más adelante en el
Evangelio de Lucas ocurre otro cubrimiento,
relacionado con la transfiguración de Jesús cuando estaba en un monte con
Pedro, Santiago y Juan. Mientras oraba, la apariencia de Su rostro cambió, y Su
ropa se volvió de una blancura deslumbrante. Como en la anunciación, se
proclama que Jesús es el Hijo de Dios[14].
Vino
una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz
desde la nube, que decía: «Este es Mi Hijo amado; a Él oíd»[15].
En el bautismo de Jesús en
el río Jordán también se advierten ciertos matices de anunciación en el momento
en que el Espíritu Santo desciende sobre Él. Nuevamente se proclama que Él es
el Hijo de Dios:
Jesús
fue bautizado y, mientras oraba, el cielo se abrió y descendió el Espíritu
Santo sobre Él en forma corporal, como paloma; y vino una voz del cielo que
decía: «Tú eres Mi Hijo amado; en Ti tengo complacencia»[16].
Otro caso de ecos del
Antiguo Testamento en el relato de la Natividad es la alusión, en el anuncio
del ángel a María, a una profecía de Natán de mil años antes sobre la
descendencia del rey David. Dicha profecía constituía la base de la expectación
del Mesías que había en Israel. Parte de la profecía de Natán decía:
Haré
grande tu nombre[17].
Yo afirmaré para siempre el trono de su reino[18].
Yo seré padre para él, y él será hijo para Mí[19].
Tu casa y tu reino permanecerán siempre[20].
La esperanza y expectación
del pueblo judío cuando nació Jesús era que el mesías —un ser humano normal y
corriente— sería ungido por Dios y se levantaría en Israel como rey y líder. No
se esperaba que fuera el Hijo de Dios.
No obstante, el ángel
Gabriel, empleando términos similares a los de la profecía de Natán, indicó que
el hijo de María sería grande,
que Dios le daría para
siempre el
trono de David, que su
reino no tendría fin y, lo más importante, que sería llamado Hijo del Altísimo[21].
En estas similitudes entre
el relato del nacimiento de Jesús y ciertos sucesos narrados en el Antiguo
Testamento se advierten relaciones que ponen de manifiesto el magnífico milagro
del amor de Dios por nosotros y Su obra a lo largo de la Historia para llevar
salvación a la humanidad. Jesús, el Hijo de Dios, entró en este mundo como un
regalo de amor del propio Dios. Gracias a Su vida, Su muerte y Su resurrección
podemos relacionarnos con Dios de una forma más personal e íntima que nunca.
Por ese regalo que hizo Dios a la humanidad —el mayor y más duradero de todos—,
podemos conocer la alegría y la dicha de ser hijos de Dios, de vivir con Él
eternamente.
Que pases una estupenda
Navidad celebrando el nacimiento de Aquel que vivió y murió por cada uno de
nosotros, Jesús, el Hijo de Dios, que entregó Su vida para que pudiéramos vivir
con Él para siempre, constituyéndose así en el regalo de Dios para la humanidad[22].
¿Te gustaría
disfrutar de una relación personal con el Dios del amor que de verdad te
satisfaga? Acepta ahora mismo a Jesús en tu corazón mediante esta sencilla
oración:
Querido Jesús,
perdóname todos mis pecados. Creo que moriste por mí. Creo que eres el Hijo de
Dios, y en este momento te pido que pases a formar parte de mi vida. Te abro la
puerta de mi corazón y te invito a vivir en él. Jesús, te ruego que entres en
mí y me ayudes a confesarte delante de los demás, para que ellos también te
conozcan. En Tu nombre lo pido. Amén.
[9]
Persona escogida o consagrada de por vida o por un tiempo determinado para
cumplir un voto a Dios. El nazareo (o nazireo en la NBJ) se autoimponía una
disciplina para realizar algún servicio particular. La tradición israelita
consideraba a los nazareos consagrados para toda la vida. Sansón fue un antiguo
héroe nazareo. Fue consagrado a Dios por un voto de su madre (Jueces 13:5;
16:17) y se sujetó a ese voto «hasta el día de su muerte» (Jueces 13:7).
Mientras no se le cortó el cabello, pudo recibir el Espíritu del Señor y por
consiguiente realizar tremendas proezas físicas (Baker Encyclopedia of the Bible, de W. A.
Elwell y B. J. Beitzel, Baker Book House, Grand Rapids, EE.UU., 1988).
[22]
Los argumentos presentados en este artículo están tomados del libro El nacimiento del Mesías,
de Raymond E. Brown, Ediciones Cristiandad, 1982.
Cortesía de La Familia Internacional
Noche gloriosa
Noche gloriosa de cielos estrellados
en que nació nuestro buen Salvador.
Yacía el mundo sumido en el pecado;
al llegar Él puso fin al dolor.
Se vislumbró un rayo de esperanza;
la Tierra vio nacer al Redentor.
¡Dóblese toda rodilla en Su presencia
y escuchen los hombres el coro angelical!
Jesús nació, oh noche sin igual.
Nos enseñó a amarnos como hermanos;
y nos legó el Evangelio de paz.
Llegará el día en que Él reine soberano
y así por fin la opresión cesará.
Entonemos himnos de alegría;
Su Nombre honremos por la eternidad.
¡Cristo es el Rey! ¡Su reino es por los siglos!
Su gloria y poder por siempre proclamad.
Su eterna gloria por siempre proclamad.
...¡Jesús nació, oh noche sin igual!
Noche gloriosa de cielos estrellados
en que nació nuestro buen Salvador.
Yacía el mundo sumido en el pecado;
al llegar Él puso fin al dolor.
Se vislumbró un rayo de esperanza;
la Tierra vio nacer al Redentor.
¡Dóblese toda rodilla en Su presencia
y escuchen los hombres el coro angelical!
Jesús nació, oh noche sin igual.
Nos enseñó a amarnos como hermanos;
y nos legó el Evangelio de paz.
Llegará el día en que Él reine soberano
y así por fin la opresión cesará.
Entonemos himnos de alegría;
Su Nombre honremos por la eternidad.
¡Cristo es el Rey! ¡Su reino es por los siglos!
Su gloria y poder por siempre proclamad.
Su eterna gloria por siempre proclamad.
...¡Jesús nació, oh noche sin igual!
Puede escuchar y descargar música navideña aquí.
Hugo, dando una clase de la Biblia a nuestro
amigo
Sr. Exsau Villegas en Monteverde – Puntarenas.
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfono: (506) 88539162
E-mail: mluzcelestial@gmail.com
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