Translate

martes, 3 de diciembre de 2013

La razón de ser de la Navidad

Escrito por  Keith Phillips

Érase una vez un hombre que no creía en Dios, y no tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y las festividades religiosas como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente y criaba a sus hijos en la fe en Dios y en Jesucristo, a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido.
Una Nochebuena en que nevaba copiosamente, la esposa se preparó para llevar a los hijos al oficio navideño de la parroquia de la localidad agrícola donde vivían. Le pidió al marido que los acompañara, pero él se negó.
—¡Son puras quimeras! —arguyó—. ¿Por qué se iba a rebajar Dios a descender a la Tierra y adoptar forma de hombre? ¡Qué ridiculez!
Los niños y la esposa se marcharon, y él se quedó en casa.
Un rato después, el viento arreció, y se desató una tormenta. Por la ventana, todo lo que se veía era una cegadora ventisca. Decidió, pues, relajarse sentado ante la chimenea.
Al cabo de un rato, oyó un golpazo; algo había dado contra la ventana. Luego oyó un segundo golpe fuerte. Miró hacia afuera, pero la visibilidad era casi nula. Cuando la nevada empezó a amainar, se aventuró a salir para averiguar qué había golpeado la ventana. En un campo cercano descubrió una bandada de gansos salvajes. Por lo visto se dirigían al sur para pasar allí el invierno y, al verse sorprendidos por la tormenta de nieve, no habían podido seguir. Perdidos, habían ido a parar a su finca, donde no iban a encontrar alimento ni abrigo. Daban aletazos y volaban casi a ras del suelo en círculos, sin ton ni son, cegados por la borrasca. El agricultor dedujo que un par de aquellas aves habían chocado contra la ventana de su casa.
Sintió lástima de los gansos y quiso ayudarlos. «Sería ideal que se quedaran en el gallinero —pensó—. Allí no hace tanto frío y estarían a salvo. Podrían pasar allí la noche, hasta que termine la tormenta». Dirigiéndose, pues, al cobertizo, abrió las puertas de par en par. Luego observó y aguardó, con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto y entraran. Los gansos, no obstante, se limitaron a revolotear en círculos. Supuso que no se habían dado cuenta siquiera de la existencia del gallinero y de lo que podía significar en aquellas circunstancias. El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero solo consiguió asustarlas y alejarlas más.
Entró a la casa y salió con algo de pan. Fue partiéndolo en pedazos y dejando un rastro que conducía hasta el cobertizo. Sin embargo, los gansos no entendieron.
El hombre se empezó a frustrar. Corrió tras ellos para hacerlos entrar al gallinero. Lo único que consiguió fue asustarlos más y dispersarlos en todas direcciones menos hacia donde él quería. Por mucho que lo intentó, no consiguió que entraran al cobertizo, donde estarían seguros y no pasarían frío.
—¿Por qué no me siguen? —exclamó—. ¿Es que no se dan cuenta de que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?
Reflexionando unos instantes, cayó en la cuenta de que las aves no seguirían a un ser humano.
—Si yo fuera uno de ellos, entonces sí podría salvarlos —dijo pensando en voz alta.
En ese momento se le ocurrió una idea. Entró al gallinero, agarró un ganso doméstico de su propiedad y con él en brazos se paseó alrededor de los gansos salvajes. A continuación, lo soltó. El ganso voló entre los demás y fue directamente al cobertizo. Una por una, las otras aves lo siguieron hasta que todas se pusieron a salvo.
El campesino se quedó inmóvil, mientras le resonaban en la cabeza las palabras que él mismo acababa de pronunciar: «Si yo fuera uno de ellos, entonces sí podría salvarlos». Reflexionó luego sobre lo que le había dicho a su mujer aquel día: «¿Por qué iba a querer Dios ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!» De pronto todo empezó a cobrar sentido. Entendió que eso era precisamente lo que había hecho Dios. Nosotros estábamos como aquellos gansos salvajes: ciegos, perdidos y a punto de perecer. Conmovido, Dios dispuso que Su Hijo se hiciera como uno de nosotros a fin de indicarnos el camino y salvarnos. Esa —comprendió entonces el agricultor— era ni más ni menos la razón de ser de la Navidad.
Cuando amainaron los vientos y cesó la cegadora nevasca, se acalló también su alma, y meditó sobre tan maravillosa idea. Comprendió el sentido de la Navidad y por qué había venido Cristo a la Tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. Hincándose de rodillas en la nieve, elevó su primera oración:
—¡Gracias, Señor, por encarnarte en un ser humano para sacarme de la tempestad!
* * *
Dios mostró cuánto nos ama al enviar a Su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de Él. En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.  1 Juan 4:9,10 (NTV)


Los liberaré del sepulcro; los rescataré de la muerte. Oseas 13:14 (PDT)



POR QUÉ ENVIÓ DIOS A JESÚS AL MUNDO

A. Dios envió a Jesús para ilustrarnos cómo es Él:

Colosenses 1:13,15 Su amado Hijo: 15 Él es la imagen del Dios invisible.
Hebreos 1:3 El Hijo nos muestra el poder y la grandeza de Dios, porque es igual a Dios en todo.
2 Corintios 4:4 Cristo […] es la imagen de Dios.
1 Juan 1:2 La vida eterna […] estaba con el Padre, y se nos manifestó.

B. Al conocer a Jesús, podemos conocer y entender a Dios:

Juan 8:19 Si me conocieran, conocerían también a Mi Padre.
Juan 14:9 El que me ha visto, ha visto al Padre.
(V. también Juan 12:45.)

C. Dios nos demostró Su amor enviando a Jesús a la tierra:

Juan 3:16 Dios amó tanto al mundo, que dio a Su Hijo único.
Romanos 5:8 Dios nos demostró Su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por nosotros.
1 Juan 4:9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a Su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por Él.
(V. también Efesios 2:4-7.)

D. Jesús nos mostró el amor de Dios al morir por nosotros:

Juan 10:11 Yo soy el buen pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas.
Juan 15:13 El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos.
1 Juan 3:16 En esto conocemos el amor: en que Él puso Su vida por nosotros.

E. Con Su muerte Jesús expió nuestros pecados, y si creemos en Él, obtenemos gratuitamente la salvación:

1 Timoteo 1:15 Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores.
Lucas 19:10 El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. (V. también Mateo 9:13.)
Juan 3:17 Dios no envió a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él.
Romanos 5:10 Fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo.
1 Juan 3:5 Él apareció para quitar nuestros pecados.
1 Juan 4:14 El Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo.
Apocalipsis 5:9 Fuiste sacrificado, y con Tu sangre rescataste para Dios, a gente de toda raza, idioma, pueblo y nación.
(V. también 1 Corintios 15:3; Efesios 1:7; 2:12-18; 1 Tesalonicenses 5:9,10; Hebreos 9:12,14,26,28; 10:12,14; 1 Juan 4:9,10; Apocalipsis 1:5.)

3. OTRAS RAZONES POR LAS QUE DIOS ENVIÓ A JESÚSAL MUNDO

A. Para proclamar la verdad:

Juan 18:37 Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad.

B. Para destruir el poder del diablo:

1 Juan 3:8 El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo.
Hebreos 2:14 Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con Su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo.
(V. también 1 Corintios 15:54-57.)

C. Para que conociera nuestras flaquezas humanas y se compadeciera de nosotros:

Hebreos 2:17,18 Debía ser en todo semejante a Sus hermanos, para venir a ser misericordioso […]. 18 En cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.
Hebreos 4:15 Nuestro Sumo Sacerdote puede compadecerse de nuestra debilidad, porque Él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros.

D. Algunas experiencias que tuvo Jesús:

§  Proceso de crecimiento (Lucas 2:40)
§  Hambre (Lucas 4:2)
§  Necesidad de dormir (Lucas 8:23)
§  Pobreza (Lucas 9:58)
§  Cansancio y sed (Juan 4:6,7)
§  Tristeza (Mateo 26:37)



Reflexión para hoy:
Aunque Cristo mil veces en Belén naciera, sino naciese en ti, tu alma estaría en la miseria.
Y así, este año atenderé mis pequeños recados de amor con anticipación, para que los días que preceden a la Navidad queden libres de toda distracción, sin prisas febriles. El correr ajetreado que he conocido en otro tiempo no se adueñará de mí, pues mi espíritu al fin estará calmado y atento para la Navidad, para adorar a Cristo. Arrodillado invocaré el Nombre de Jesús.
Tomaré tiempo para contemplar de una vela la hermosa luz. Descansaré tranquilo, y como antes, sin ruido, saldré solo de mi aposento para no perderme el plateado silencio del firmamento. Quizá si paso largo rato callado, oiré al final lo que el bullicio de la vida me ha ocultado: el cántico angelical, la dulce melodía del niño, el susurro maternal.
Bajar este documento en pdf
Puede escuchar y descargar música navideña aquí.


Hugo, con nuestros amigos Adrián y su novia Yena, quienes reciben asesoramiento espiritual y clases de la Biblia regularmente.

No se pierda el último número de la  Revista Conéctate: Y tú, ¿ya te conectaste?

¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162

No hay comentarios:

Publicar un comentario