«¡Señor, enséñanos
a orar!» (Lucas 11:1)
¡Rogar a Dios
debería ser algo natural para todo verdadero hijo de Dios nacido de nuevo! Dios
quiere que cada uno de Sus hijos, los que de veras le conocen, entablen
contacto directo y personal con Él, no meramente por medio de las
oraciones de otros. Por lo tanto, cada uno de nosotros debemos aprender a
comunicarnos de forma particular e íntima con el Señor por medio de la oración,
que es el vínculo que tenemos con el Cielo, el teléfono divino entre el Señor y
nosotros.
Al Señor le encanta
darnos las respuestas a nuestras preguntas, las soluciones a nuestros problemas
y dificultades. Él sabe exactamente qué debemos hacer y cómo, y quiere
que simplemente se lo preguntemos en vez de tomarnos toda la molestia de tratar
de resolverlo todo por nuestra cuenta. Él dice: «Pedid, y se os dará;
buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Mateo 7:7).
¡Para el Señor
todas las respuestas son muy sencillas y todas las soluciones muy fáciles! Lo
único que tenemos que hacer nosotros es pedir, y Él prometió que recibiríamos.
Por tanto, no creas que tienes que resolver tú mismo todos tus problemas.
¡Simplemente póstrate en oración y recibe las soluciones divinas!
Él dice: «Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y
ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33:3).
«Separado de
Él nada puedes hacer»; pero con Él, «¡todo lo puedes en
Cristo que te fortalece! (Juan 15:5; Filipenses 4:13) De modo que cuando de
veras necesites ayuda, ¡díselo a Jesús! «¡Echa sobre el Señor tu carga,
y Él te sustentará! ¡Echa toda tu ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de
ti!» (Salmo 55:22; 1Pedro 5:7) ¡Las espaldas del Señor son muy anchas y pueden
llevar cualquier carga, las cargas de todos juntas, incluida la Suya
propia! ¡Por eso es muy importante que aprendas a orar y a confiarle tus
cargas, pruebas, preguntas, problemas y necesidades!
Jesús dijo: «Mi
yugo es fácil, y ligera Mi carga»; pero para ello hay una
condición: «¡Ven a Mí!» (Mateo 11:28) Cuando te acerques al Señor en
oración y con fe, y le pidas las soluciones, ¡te las dará! ¡Y en eso consiste
la oración! ¡No es un simple rito religioso, sino una relación viva!
¡Oír
la voz del Cielo!
Para la mayoría de
las personas, la oración es un monólogo; las únicas que hablan son ellas.
Dicen: «Oye, Señor, Tu siervo habla», en vez de orar como Samuel, el niño
profeta, que a los cinco años dijo: «¡Habla, Señor, Tu siervo oye!»
(1Samuel 3:10) Llegarás mucho más lejos de esa manera, escuchando al Señor, en
vez de hablar tanto que casi ni te quede ocasión de oír lo que Él te quiere
decir.
La oración no es
solo ponerte de rodillas y decir lo que tú quieres, ¡sino también dejar
que Dios te diga lo que Él quiere! ¡Por eso cada uno de nosotros
debe conocer personalmente al Señor, estar lleno del Espíritu Santo, dejarse
dirigir individualmente por el Espíritu a fin de poder buscar nosotros mismos
al Señor y hallar por nuestra cuenta las soluciones que cada uno necesitamos en
nuestra situación particular!
Eso es de hecho lo
principal que debemos aprender cada uno: ¡A seguir a Dios y escucharle
nuevamente todos los días! ¡No basta con llenarse uno de inspiración una
vez en la vida y conformarse con eso! Es como comer: ¡Una sola comida no le
basta a uno ni para un día entero, y mucho menos para varias semanas o meses! Y
de la misma manera que uno necesita comer todos los días, también tiene que
recibir inspiración diariamente. ¡Uno necesita alimento fresco del Espíritu,
renovar su poder del Espíritu, precisa de la leche de la Palabra, de fuego
bajado del Cielo para volverse a llenar de inspiración día tras día!
¡Todos los días
puedes escuchar a Dios! No es preciso que lo oigas en voz alta, que sea una voz
audible. Puede ser simplemente ese «silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12)
que sientes en tu interior. A veces ni siquiera son palabras; sólo una impresión
que uno tiene. Dios no tiene que comunicarse por medio de palabras; puede darte
una simple sensación, imagen o idea.
El espíritu de Dios
es como una emisora que emite en todo momento; ¡uno sólo tiene que aprender a
sintonizarse! ¡Basta con tener fe! Si crees y tienes fe, ¡Jesús habla en
todo momento, en todo lugar! De modo que cuando le pidas una solución al Señor,
cuenta con que te va a responder, y acepta lo primero que te llegue.
Si de veras tienes
fe y le preguntas algo al Señor, y quieres oír o ver la respuesta, ¡no te
decepcionará! ¡Y lo que veas u oigas con los ojos u oídos de tu espíritu,
proviene del Señor y te reconfortará mucho! ¡Cuenta, pues, con que Dios
te responda! ¡Si le pides algo suplicándoselo de todo corazón, Él te
responderá!
¡Pero si andas con
prisas y apurado, inquieto e impaciente, no lograrás concentrar toda tu
atención --tus ojos, tus oídos, tu mente y tu corazón-- en el Señor para
recibir las soluciones de los problemas, las respuestas a las preguntas, las
mejores decisiones para cada situación!
Si no guardas silencio
y tratas de buscar al Señor, ¿cómo vas a recibir nada de Él? Él dice:
«Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios. ¡En quietud y en confianza
será vuestra fortaleza!» (Salmo 46:10; Isaías 30:15) ¡Si quieres oír al Señor,
tendrás que pasar unos momentos a solas, en silencio!
Todo gran hombre de
Dios, desde Moisés hasta Jesús, tuvo que retirarse a su montaña y pasar allí, a
solas, un tiempo en meditación, oración y comunión con Dios. ¡Jesús muchas
veces tuvo que levantarse al despuntar el día, antes que Sus discípulos, y
cruzar colinas a pie o subir a un monte para estar a solas con Dios y recibir
las órdenes que le quería dar Su Padre aquel día! (Marcos 1:35; Lucas 6:12)
¡Dios mío, si el propio Jesús tuvo que hacerlo, cuanto más nosotros!
De modo que
comienza bien el día: ¡Escucha al Señor! Lo necesitas; de lo contrario las
cosas no irán como deben. ¡No se puede hacer la obra del Maestro sin Su poder y
Su orientación, y para obtenerlos, es preciso que pases tiempo con Él!
Él resolverá muchos
de tus problemas aún antes de que comience el día si escuchas lo que Él te
quiere decir. Pero si te metes de cabeza en todos tus problemas y tu trabajo
sin detenerte para hablar con el Señor y recibir instrucciones de tu Comandante
en Jefe, leyendo Su Palabra y alimentándote de ella en una actitud de oración,
¡sería como si un soldado quisiera hacer la guerra Él solo sin atender a las
instrucciones del cuartel general!
Todos necesitamos
pasar unos momentos tranquilos y en silencio con el Señor para descansar y
volver a llenarnos, beber el Agua Viva de Su Palabra y gozar con Él de la
comunión de la oración, haciendo suavemente el amor en el Espíritu. ¡Es algo
que te renueva totalmente, que te refresca por completo y te ayuda a ver las
cosas de otra manera, con la perspectiva apropiada, te llena de inspiración
nueva, te repone las fuerzas, y te da reposo, paz y alegría! Porque «los que
esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las
águilas; ¡correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán!» (Is.
40:31)
«¡Reconócelo
en todos tus caminos!» (Proverbios 3:6)
Aunque todos los
días debemos pasar un rato especial con el Señor, en silencio, la Biblia
también nos dice que debemos orar siempre, que en todo momento debemos
estar orando, todo el día, y que en todo lo que hagamos debemos estar
«con los ojos puestos en Jesús». ¡Él nos habló de la «necesidad de orar siempre,
y no desmayar»! «¡Orad sin cesar! ¡Velad y orad!» (Hebreos 12:2; Lucas
18:1; 1 Tesalonicenses 5:17; Mateo 26:41) El Señor sabe que nos hace falta, y es
uno de los medios que emplea para mantenernos cerca de Él y continuamente en Su
presencia, recurriendo constantemente a Él y contando con Su protección.
¡La oración es algo
que se hace en todo momento, no importa a qué otra cosa te estés dedicando! No
se puede esperar hasta que termines de hacer esto o lo otro, para luego orar.
¡Es como pensar sobre la marcha, o como respirar!, respirar
continuamente el Espíritu Santo, estar en constante comunicación con el Señor.
Él dice:
«¡Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas!»
(Proverbios 3:6) ¡El Señor puede ahorrarte mucho trabajo, muchas molestias y
mucho tiempo si antes de dar inicio a un trabajo te acuerdas de orar primero! ¡Ora
por cualquier cosa que tengas que hacer! El Señor siempre está a tu lado. Él
dice: «No te desampararé, ni te dejaré» (Hebreos 13:5). Nunca es Dios el
que se aparta; somos nosotros los que a veces no estamos allí cuando nos vamos
a otra parte y le dejamos atrás; cuando nos olvidamos de orar.
¡Los principales
errores que cometen los cristianos son por fiarse de sus razonamientos o
«sentido común» cuando el Señor tiene pensado algo totalmente diferente,
contrario a lo que se esperaría naturalmente y que sólo Su Espíritu puede
revelar! En muchas ocasiones la Biblia se refiere a personas que tomaron
decisiones por su cuenta, basadas en sus propios razonamientos y lógica, y que
resultaron ser totalmente equivocadas, porque no buscaron al Señor ni se
dejaron orientar por Su Espíritu.
Lo más importante
en nuestra vida es Jesús y estar unidos a Él y dejar que Él
nos oriente y dirija. ¡Tiene que dirigirnos Él porque Él es el único que puede!
¡Sin Él no sabemos adónde vamos ni cómo llegaremos allí ni nada!
¡Él es el que sabe exactamente adonde ir y la mejor manera de llegar;
nosotros no tenemos más que sentarnos en el asiento de atrás y dejar que
conduzca Él!
Él ha prometido que
si le reconoces, ¡enderezará tus veredas! Así que antes de comenzar
cualquier cosa, pídele consejo al Señor. Asegúrate de que eso es lo que Él
quiere que hagas. ¡Búscale acerca de todo, acerca de cada problema y de cada
decisión, y Él nunca te fallará ni te decepcionará!
¡La
fuerza de la oración fervorosa!
El Señor quiere que
seamos felices, y gracias a Él, normalmente lo somos. Pero algunas veces es
necesario que busques de corazón al Señor para que se opere un cambio necesario
y que ores con todas tus fuerzas, con desesperación, derramando tu corazón
delante del Señor. Él dice: «¡Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis
de todo vuestro corazón!» (Jeremías 29:13) Hay veces en las que cada uno
tenemos que orar al Señor urgente y fervorosamente por cualquier
situación grave que surja, cuando nos sea preciso averiguar qué es lo que Dios
quiere hacernos ver.
Pero muchas
personas adoptan una actitud un poco perezosa y parecen creer que sea como sea
el Señor lo hará todo. ¡Cuando lo cierto es que muchas cosas dependen de
nosotros! ¡Muchas veces lo que Dios vaya a hacer depende de tu
voluntad, de tus acciones, de lo que tú quieras y de cómo ores!
¡No tienes que quedarte cruzado de brazos mientras Dios y el Diablo luchan a
ver quién gana!
La Biblia dice que
en cierta ocasión le estaban ocurriendo cosas malas al pueblo de Dios porque
«¡nadie se despierta para invocar al Señor!» (Isaías 64:7) Ello
demuestra que el Señor en efecto deja muchas cosas en nuestras manos: Si nosotros
nos despabilamos, Dios se despabilará. Muchísimas cosas dependen de nosotros,
de nuestra fe, de nuestras oraciones y de lo que queremos que pase.
Aunque Dios lo
puede hacer todo, se ha comprometido a obrar por medio de nosotros, ¡y
nuestras oraciones pueden hacer maravillas! Muchas veces Él está simplemente
esperando a que nosotros tomemos cartas en el asunto. Ha llegado a decir: «¡Mandadme!»
(Isaías 45:11) ¡Le ha concedido tanta fe y tanto poder al hombre que uno hasta
puede mandarle a Dios que haga lo que uno desea!
Estás
en las manos de Dios, pero en cierto modo Él también está en tus
manos, a tus órdenes, como el genio de la lámpara de Aladino, que te dice: «¡A
tus órdenes!» Si estás en Su Espíritu, en Su voluntad, deseando únicamente lo
que le glorifica, y tu corazón se deleita solamente en Él, le puedes mandar que
haga lo que quieras, porque sólo querrás lo que Él quiera.
¡Por medio de la
oración hasta puedes hacer mudar de parecer a Dios! Una vez que el Señor
estaba decidido a destruir a los hijos de Israel, Moisés oró con tanta fuerza que
la Palabra de Dios dice que el Señor se arrepintió de lo que les iba a hacer.
¡A causa de las oraciones de Moisés, Dios sintió tanta lástima de ellos que
cambió de parecer! (Número 14:11-20) Por supuesto que el plan general de
Dios, Su voluntad general, nunca ha cambiado; ¡pero en ciertos detalles,
tú mismo puedes hacerle cambiar de parecer!
De modo que la
próxima vez que necesites urgentemente Su ayuda y te veas entre la espada y la
pared, ¡reacciona y pon a Dios entre la espada y la pared! ¡Clama al
Señor, y por medio de Él tienes poder sobre todas las cosas! ¡Jesús
nunca falla! Él siempre responde cuando hacemos un esfuerzo por clamar a Él de
todo corazón.
¡Más
principios que rigen la oración!
Para llevar una
buena vida de oración, una de las principales cosas que hay que conocer es la
Palabra de Dios. La fe aumenta estudiando fielmente la Palabra de Dios. «La fe
es por el oír la Palabra de Dios» (Romanos 10:17). Por eso, aunque Dios de
todos modos puede contestar, te animará y te dará más fe si antes
de hacer una oración muy seria y urgente, lees primero algún pasaje
inspirador de la Palabra.
Dios en Su Palabra
ha hecho promesas, y cuando ores, debes traer contigo esas promesas para
recordárselas. Cuando le recuerdas a Dios Su Palabra, demuestras tener fe en
ella. Y esta declaración categórica de tu fe y de tu conocimiento de la Palabra
es lo que a Él le agrada. Pero «¡sin fe es imposible agradar a Dios!» (Hebreos
11:6)
«Nos ha dado preciosas
y grandísimas promesas, para que por ellas (Sus promesas)
llegaseis a ser partícipes de la naturaleza divina» (2Pedro 1:4). ¡Tienes que
citarle los términos del Contrato (la Biblia) al Firmante (Dios) y obligarle a
cumplirlo! ¡Él está obligado por Su Palabra! Así que recuérdasela,
aférrate a Sus promesas, apréndetelas de memoria y recítalas, y no dudes ni por
un instante que Dios responderá, ¡y lo hará!
Pero recuerda
siempre las condiciones que ha puesto Él, los términos del contrato: ¡Fe
y obediencia! ¡Primero vienen la fe y la obediencia, y después
Dios contesta las oraciones! Si obedecemos al Señor y somos fieles, confiamos y
tenemos fe, Dios tiene que bendecirnos y contestar.
¡Claro que a veces
a Dios le gusta poner a prueba nuestra fe!, y a menudo no nos da las
soluciones hasta que obedecemos lo que ya nos ha dicho o enseñado. Los retrasos
de Dios no son siempre forzosamente rechazos. A veces simplemente
debemos tener fe y esperar a que Dios nos conteste, lo cual suele
resultar en «la prueba de nuestra fe, que produce paciencia»
(Santiago 1:3).
¡Otro importante
principio de la oración es ser concreto con el Señor! ¡Cuando oramos
tenemos que pedir y esperar respuestas concretas! ¡Muchas veces la gente reza
en términos generales porque en realidad no cuenta con recibir
respuesta! ¡Mientras que si oras por cosas concretas, manifiestas que tienes fe
en que vas a recibir esa respuesta concreta!
¡Y recuerda que
Dios te toma exactamente al pie de la letra! Recuerdo a un predicador que
conocí una vez que dijo: «¡Señor, dame un auto, necesito urgentemente un auto,
Señor, cualquier auto!» Y eso fue ni más ni menos lo que consiguió, ¡una
carraca! «¡La siguiente vez --dijo-- oré específicamente por un buen
auto y lo conseguí!» ¡Ten cuidado, pues, con lo que le pidas al Señor
que haga, porque te tomará al pie de la letra! ¡Te dará lo que pidas,
sin duda alguna te responderá conforme a tu fe!
Y ojo con insistirle
al Señor en que te dé ciertas cosas: A veces Él nos concede cosas que no nos
convienen para enseñarnos una lección. Refiriéndose a los hijos de Israel, dijo
que «les dio las peticiones de su corazón, mas envió flaqueza a sus almas»
(Salmos 106:15). Cerciónate de que lo que buscas sea para Su gloria y esté
dentro de Su voluntad.
Si estás lleno del
precioso Espíritu Santo de Dios, comprobarás que éste tendrá un efecto tremendo
en tus oraciones. Una vez lleno del Espíritu, puedes orar en el
Espíritu, y tus oraciones surten más efecto porque oras por
el Espíritu. «Pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el
Espíritu mismo intercede por nosotros» (Romanos 8:26).
Entonces, una vez
que hayas orado por algo y se lo hayas confiado al Señor, sólo te queda tener fe.
«¡Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá!»
(Marcos 11:24) Así, pues, una vez que has orado y le has confiado algo al
Señor, a partir de ahí es asunto de Él. ¡Ya no necesitas preocuparte!
¡Limítate a confiar en el Señor, alabarle y darle las gracias por oír y
responder tu oración aunque no veas la respuesta inmediatamente!
Es más, no solo
deberías terminar tus oraciones con alabanza y acción de gracias, ¡sino
también iniciarlas de esa manera! Su Palabra dice: «Sean conocidas
vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de
gracias» (Filipenses 4:6), y «¡Entrad por Sus puertas con acción
de gracias, por Sus atrios con alabanza!» (Salmo 100:4) Es como
presentarse delante del Rey y rendirle homenaje, reverenciarlo y honrarlo como
se merece.
Aunque estés
cansado o desanimado o no te apetezca alabar a Dios, ¡debes alabarlo de
todos modos, simplemente porque Él nos lo ha mandado y porque sabes
que eso le agrada! Es como quien ceba una bomba de agua antigua: ¡Se
echa un poquito de agua para después sacar mucha! Cuando empiezas a alabar al
Señor por fe y «cebas y pones en marcha la bomba», enseguida te sentirás feliz
en el Señor y muy contento de haberle alabado, ¡porque Él derramará Su Espíritu
sobre ti y te bendecirá por ello!
Por eso, ¡mira
hacia arriba y cuenta tus bendiciones! ¡Dale las gracias a Dios
por todas las bendiciones que tienes y pon la mira en el Señor y en las cosas
buenas! ¡Comienza tus oraciones levantando tu corazón hacia Él en alabanza!
«¡Así que, ofrezcamos de continuo a Dios, por medio de Él, sacrificio de
alabanza, es decir, fruto de labios que bendicen Su nombre!» (Hebreos
13:15)
Recuerda también
que «uno puede perseguir a mil, pero dos pueden hacer huir
a diez mil (Deuteronomio 32:30), y a veces ayuda mucho que otra persona
ore contigo, sobre todo en momentos difíciles. «Donde están dos o
tres congregados en Mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos»
(Mateo 18:20). Y «Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra
acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho» (Mateo 18:19).
¡La oración
unida, en grupo, tiene mucho poder! Que nunca te dé vergüenza,
pues, solicitar la ayuda o las oraciones de otra persona que verdaderamente ame
y siga al Señor, siempre que lo necesites. «Confesaos vuestras ofensas
unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados» (Santiago
5:16).
Por último, aunque
no por ello menos importante, recuerda que debes orar en el Nombre de Jesús:
A todo lo largo del Nuevo Testamento, el Señor habla de lo importante que es
orar en el nombre de Jesús. Para llegar a Dios, hemos de pasar por Jesús.
«Porque hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre» (1Timoteo 2:5). ¡Hay poder en el nombre de Jesús, y
sin ese nombre, no hay poder alguno! Jesús dijo: «Si algo pidiereis
en Mi nombre, ¡Yo lo haré!» (Juan 14:14) ¡Alabado sea el Señor!
¿Tú conoces a
Jesús? ¡Esperamos que sí! Si no, pídele ahora mismo que entre en tu corazón, ¡y
Él entrará! Así, a medida que vayas aprendiendo a relacionarte y comunicarte
con Él por medio de la oración, ¡aprenderás a conocerle de manera íntima y
personal! Y si necesitas que alguien ore contigo o por ti, escríbenos hoy
mismo. ¡Que Dios te bendiga con una buena «comunicación celestial», clara e
inspirada!
Hugo,
con Ester y Laura. Dando una clase de la biblia y consejería.
Orotina - Alajuela
Orotina - Alajuela
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162
E-mail: mluzcelestial@gmail.com
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