Por María Fontaine
Tony
Campolo, conocido sociólogo, orador y autor cristiano, relató un encuentro que
tuvo mientras caminaba por el centro de Filadelfia:
«Noté
que un vagabundo se acercaba a mí. De pies a cabeza estaba cubierto de suciedad
y hollín. En la piel se veía mugre endurecida. Sin embargo, lo que más se
notaba era la barba; le llegaba casi a la cintura y en ella tenía alimento
descompuesto. El vagabundo sostenía una taza de café de McDonald’s; la tapa de
la taza tenía las manchas de su boca sucia. Caminó hacia mí tambaleándose;
parecía tener la mirada fija en su taza de café.
»De
repente, levantó la vista y gritó:
—¡Señor!
¿Quiere un poco de mi café?
»Reconozco
que no quería tomar de su taza de café. Pero sabía que lo correcto era aceptar
su generosidad, y le dije:
—Sí.
Tomaré un sorbo.
»Le
devolví la taza y comenté:
—Es
usted muy generoso; regalando su café. ¿Por qué razón está tan generoso hoy?
»El
anciano marginado me miró a los ojos y respondió:
—El
café está delicioso hoy, y pensé que si Dios te da algo bueno, ¡hay que compartirlo
con alguien!
»Pensé:
“Ay, me puso una trampa. Esto me va a costar cinco dólares”. Le pregunté:
—Supongo
que, a cambio, habrá algo que pueda hacer por usted.
»El
vagabundo respondió:
—Sí.
¡Me puede dar un abrazo! (Confieso que esperaba que me pidiera cinco dólares.)
»Nos
abrazamos. Luego, de repente me di cuenta de algo. ¡No me soltaba! Las personas
que pasaban por la acera me miraban fijamente. Llevaba ropa formal ¡y estaba
abrazando a un vagabundo sucio, apestoso! Me dio vergüenza. No sabía qué hacer.
»Luego,
poco a poco, mis emociones cambiaron. De vergüenza, pasé al asombro y luego a
la reverencia. Escuché una voz que desde los corredores de los tiempos me
decía: “Tuve hambre; ¿me diste alimento? Estuve desnudo; ¿me vestiste? Estuve
enfermo; ¿me atendiste? Fui un vagabundo que se encontraba en la calle
Chestnut; ¿me abrazaste? Si lo hiciste a uno de estos Mis hermanos más pequeños,
a Mí lo hiciste.”»[1]
Al
reflexionar en esta anécdota, me pregunté: «¿Tendría yo tanto amor?»
Sí,
podría dar un folleto a alguien, darle algo de dinero, decirle unas palabras
para infundirle ánimo. ¿Y si me encontrara en una situación que requiriera dar
más de lo que normalmente daría, más de lo que acostumbro?
También
me hizo pensar en los sacrificios que los cristianos activos han hecho por
años, y que no han dejado de hacer, a fin de entregar el amor de Dios a los
demás.
Cuando
meditaba más en esa anécdota, caí en la cuenta de cuál es la clave: Si Dios te
pide algo, Él te dará la gracia para hacerlo de todo corazón. Cuando damos
atención y amor sin fingimiento a los demás, ya sea en un hogar para ancianos,
una cárcel, un orfanato, una casucha en los barrios bajos, o en las calles,
puede ser un sacrificio si lo vemos en el plano físico. No obstante, al
concentrarnos en lo espiritual y en el impacto eterno del amor incondicional
del Señor entregado a través de nosotros a quienes padecen necesidad, Su
Espíritu nos obliga a ser el reflejo del Señor que Él sabe que es necesario.
Incluso lo desagradable en lo físico se
vuelve algo bello a medida que nos convertimos en un vínculo que une al Señor
con quienes necesitan con urgencia un abrazode su
Salvador.
¿Cuánto
amor tengo? Casi nada, en comparación con el de Jesús, ¡estoy segura! Me parece
que el Señor comprende de qué estamos hechos y el amor y fe que tenemos. Puede
hacer que vayamos más allá de nuestro nivel de comodidad y también sabe de
cuánto somos capaces. Si el Señor en concreto nos pone en una situación incómoda
y nos hace ver claramente qué deberíamos hacer, entonces nos dará el amor o la
gracia para obedecerlo.
No
siempre es una situación poco común, como la de esta anécdota. En algunos
casos, será simple cortesía. Una vez, cometí un error por no aceptar unas papas
fritas de una bolsa que me ofrecía una persona, pues era un gesto de amabilidad
de esa persona que me las ofrecía. Me sentí mal después y me prometí que
trataría de aceptar lo que se me ofreciera, aunque no me apeteciera o fuera
algo que no comiera con frecuencia. ¿Comería del plato de alguien o bebería de
su taza? Es probable que en circunstancias normales no lo hiciera. Sin embargo,
si el Señor me dejara ver con claridad que era importante, entonces espero que
sí lo haría.
¿Daría
un abrazo sincero a un mendigo? Espero que sí, si el Señor me indicara que era
eso lo que Él quería que hiciera. Me doy cuenta de que lo que para una persona
es un sacrificio, tal vez para otra no lo sea. Tal vez a alguien le sería más
fácil obsequiar el poco dinero que tiene para ayudar a otra persona que darle
un abrazo. Para otra persona, es posible que fuera más fácil dar un abrazo. O
bien, es posible que a una persona le resulte más fácil dar abnegadamente de su
tiempo limitado, y se siente a conversar con alguien, de lo que sería entregar
de sus escasos fondos.
¿Podemos
pedir al Señor que nos dé suficiente amor, de modo que cuando enfrentemos
alguna situación, sea la que sea, nos esforcemos al máximo a fin de responder
como lo haría Jesús? Ya sea que el sacrificio sea grande o pequeño, podemos
encarnar a Jesús para alguien, no solo por medio del apacentamiento espiritual,
sino también con nuestros actos, y reconocer que lo que hacemos es para Jesús.
«En cuanto lo hicisteis a uno de estos Mis hermanos más pequeños, a Mí lo
hicisteis»[2].
Gracias por la
eficacia de la oración. Te agradezco que pueda acudir a Ti en todo problema y
situación que se presente con la plena confianza de que escucharás mis
súplicas. Te agradezco también que pueda pedirte que cuides y protejas a mis
padres, mis seres queridos, mis hijos, mis amigos y otras personas. Gracias,
Señor, por concederme el don de ayudar a los demás por medio de la oración.
Te agradezco que
veles por mí, me guardes y me guíes. Te agradezco que Tus ángeles custodios me
protejan y me defiendan. Sé que a veces me proteges de tal manera que ni me
entero de ello. Hay cosas que no llegan a suceder porque Tú las previenes. Te
agradezco que me protejas y me guardes de muy diversos modos.
Gracias por
ampararme. Tu dulzura y Tu misericordia significan tanto para mí. ¡Cuánto las
aprecio! Gracias por el ejemplo que me has dado, por las respuestas a las
incógnitas de la vida. Gracias por instruirme y por ayudarme a llevar una vida
tan sana, feliz y maravillosa. ¡Cuántas bendiciones disfruto!
Gracias a Dios por el apoyo de Colgate Palmolive S.A. pudimos donar productos de
limpieza para 80 niños de la comunidad de Lomas del Río -
Pavas, en una actividad el día de hoy; en compañía de
amigos voluntarios que llevan a cabo una labor social en ese sector.
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162
E-mail: mluzcelestial@gmail.com
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