Por David
Brant Berg
«¡Observa esos diamantes de polvo! ¡No
se esfuerzan por chispear y brillar! ¡Simplemente dejan que la luz
brille a través de ellos! No se afanan por brillar o moverse. ¡No
tratan de llegar a ninguna parte; no tienen prisa! Se limitan a flotar
tranquilamente en el aire de Dios, y sólo se agitan cuando Él hace
estallar una tormenta. ¡Y aun así, cuando todo se vuelve a serenar, retornan a
su sitio!»
«¡Giran y dan
volteretas totalmente rendidos al aliento de Su Espíritu,
sin ninguna voluntad propia! ¡Simplemente flotan en el aire de Dios, dando
volteretas, girando, centelleando, brillando y regocijándose de la forma más
hermosa!» Diamantes de polvo.
Esta carta tan sencilla nos enseña
por qué debemos someternos al Señor: «¡La
luz en sí es invisible! ¡Solamente se puede apreciar reflejada en todos esos pequeños diamantes de
polvo! ¡La gente solamente puede ver a Dios
tal como lo reflejamos nosotros, como pequeños diamantes de polvo! Tiene
que mirarnos para ver a Dios reflejado en nosotros. ¡La luz de
Dios no se ve a menos que tú la reflejes! Por eso, “así brille tu luz delante de los
hombres, para que vean tus buenas obras, y glorifiquen a tu Padre que está en
los Cielos!” (Mat. 5:16) Si no estuviera el polvo, no se podría ver la luz;
y si no hubiera luz, ¡no se podría ver el polvo! ¡Hacen falta las
dos cosas!»
La carta explica luego con cierto
tono de tristeza: «Puede que nunca vuelvas a ver a ese pequeño diamante de
polvo, ya que algunos que son impulsados
hacia la luz, no brillan sino por un momento y vuelven a desvanecerse en la
oscuridad. ¡Sólo tienen su momento de verdad!» Enseguida viene un
pensamiento que nos da aliento y esperanza: «¡Claro que si pudiera permanecer
en la Luz del Señor, su vida centellearía hasta el fin, así como una vela da
luz a toda la casa hasta que se acaba! ¡Cuanto más tiempo permanezca esa
pequeña mota de polvo en la luz, más tiempo brillará y más seguirá
siendo un diamante!» De eso precisamente trata esta lección: ¡de
cómo permanecer en la Luz del Señor para seguir siendo una de Sus
joyas, un instrumento útil y dócil en Sus manos, del cual pueda
servirse plenamente para realizar Su plan y Su objetivo!
Dios tiene un lugar muy
especial para cada uno de nosotros en su Reino. ¡Te tiene preparada una tarea
especial, una misión única que nadie más que tú puede
cumplir! Sin embargo, no hay sino una manera de averiguar
siquiera cuál es la voluntad de
Dios para tu vida --sin hablar ya de cumplirla--,
¡y es sometiéndote verdaderamente a Él! ¡Sólo entonces podrás dejar que
«tu polvo se convierta en diamantes que exhiben la belleza
de Dios», y transmitir así la maravillosa Vida, Amor y Luz del Señor a
tanta gente como puedas!
Al fin y al cabo, para eso
tiene el Señor a Sus hijos en este mundo: ¡para que testifiquen a otras
personas a fin de que también
ellas encuentren el Amor y la Salvación celestiales que nosotros hemos
hallado en Jesús! Y lo maravilloso del caso es que nosotros no tenemos
que testificar o hacer la obra del Señor con nuestras propias fuerzas.
La verdad es que si lo hiciéramos, ¡menudo enredo armaríamos! ¡Basta
simplemente con que nos rindamos a Él, con que «nos despreocupemos y se
lo dejemos todo a Dios», y Él obrará entonces a través
nuestro!
¡Es preciso que la gente vea a
Jesús manifestado en ti!
Pero si tú sales a relucir demasiado en tu testificación, la gente
seguirá su rumbo por pensar que lo que dices es una pérdida de tiempo, que en
nada se diferencia de lo que predica todo el resto del mundo. Es fácil, pues,
darse cuenta de lo importante que es tu entrega al Señor, ¡tanto para tu
propio bien como para el bien de las almas perdidas y de Dios!
Por eso no es «con (tu) fuerza, ni con (tu) poder, ¡sino
con Mi Espíritu, dice el Señor! Porque tenemos este tesoro (el
Señor y Su Amor) en vasos de barro (de carne), ¡para que la excelencia
del poder sea de Dios, y no de nosotros!» (Zac.4:6;
2Cor.4:7)
Jesús hasta llegó a decir de la
labor que hacemos por Él: «Mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mat. 11:30). Total que jamás tenemos
que preocuparnos de que estamos demasiado recargados o arrastrando demasiado
peso. ¡Lo que debemos aprender es simplemente a someternos a Jesús
y dejar que Él haga el trabajo a través de nosotros! ¡Porque
separados de Él, no somos nada, y por nosotros mismos nada podemos hacer! Mas
conforme «echamos nuestras cargas sobre Él», «¡todo lo podremos en
Cristo!» ¡Aleluya! (Juan 5:30; 15:5; 1Pe.5:7; Fil.4:13)
Jesús dice: «Permaneced en Mí, y yo en vosotros.
Como el pámpano no puede llevar fruto
por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en
Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada
podéis hacer» (Juan 15:4,5). Este siempre ha sido uno de mis pasajes favoritos,
pues sabía que yo no era nada y que sin el Señor, nada podía hacer; pero que si
tan solo permanecía en Él, ¡Él llevaría el fruto, el Señor
podía hacerlo! ¡Alabado sea el Señor!
«¡NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA!»
¡Para llegar a averiguar cual es
la voluntad de Dios para nuestra vida, es preciso que nos sometamos
completamente a Él! Jesús
nos dio el mejor ejemplo de sumisión cuando se arrodilló en el huerto de
Getsemaní y, sabiendo que en poco tiempo habría de sufrir la cruel y horrible
muerte en la cruz, oró: «No se haga Mi voluntad, ¡sino la Tuya!»
(Mat.26:39) A menos que nos subyuguemos al Señor y estemos dispuestos a
entregar nuestras vidas por Él, ni siquiera podremos descubrir cuál es
Su voluntad. La sumisión es el primer paso. Y si nos mostramos
reacios a dar ese primer paso de someternos a Él, ¡no podremos dar
ninguno de los otros pasos, y no lograremos lo que Dios quiere que
logremos!
La Palabra de Dios dice: «Hermanos,
os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro
servicio razonable. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis --o
sepáis-- cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta»
(Rom.12:1,2). ¡Está visto, pues, que el primer requisito para hallar la
voluntad de Dios es carecer de voluntad propia! ¡Hay que
abandonarse por completo a El, entregándole tu mente, tu cuerpo y tu propia
voluntad! ¡Y entonces la descubrirás! Como dijo alguien: «¡El principio
fundamental para conocer la voluntad de Dios es estar preparado para cumplirla
aun antes de saber cuál es!»
Si eres cristiano, si eres salvo
y tienes a Jesús en tu corazón, ¡es importante que comprendas y seas
consciente de que tú no eres tuyo! Jesús te compró y pagó por ti y por tu
salvación con Su propia sangre, ¡y no
puedes hacer lo que te plazca! (1Pe.1:18,19) No te perteneces, ¡sino que
perteneces al Señor y a la Obra de Dios! «¿No sabéis que no sois
vuestros? Pues habéis sido comprados por precio; ¡glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios!
(1Cor.6:19-20)
Si de veras crees en la Biblia, que
Jesús derramó Su sangre y murió ti en la cruz para salvarte del infierno y
otorgarte vida eterna celestial,
¡deberías ofrecerte a hacer cualquier cosa por Él y sufrir cualquier
cosa en simple señal de gratitud por tu salvación! ¿Amén? ¡Tu
vida pertenece a Jesús! Si Él te compró y pagó por ti, ¿cómo no vas a
entregárselo todo y rendir tu voluntad a la Suya?
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Me recuerda lo que le dijo un
desconocido maestro de catequesis de Boston a un jovencito pobre que vendía
zapatos y había recibido al Señor con él.
Le dijo: «Dwight L. Moody, ¡es ilimitado lo que Dios puede hacer con un
hombre sumiso y dispuesto a hacer Su voluntad!» Moody lo miró
fijamente a los ojos y contestó: ¡Por la gracia de Dios, estoy resuelto
a ser ese hombre!» ¡Y lo fue! Poco después se mudó a Chicago donde
empezó a predicar el Evangelio y a testificar a otras personas. ¡Tanto le
emocionó que otras personas recibieran a Jesús con él, que dejó de vender
zapatos y empezó a servir al Señor de lleno! ¡Con el tiempo se convirtió en uno
de los más grandes evangelizadores del mundo, y llegó a ganar decenas de miles
de almas eternas!
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Me viene a la memoria la historia
de Huddersfield*:
Había un acaudalado terrateniente que deseaba comprar todo un pueblo. Por fin
adquirió todos los lotes y terrenos... mejor dicho, ¡todos menos una
parcelita! ¡Pues resulta que había un campesino testarudo que se negó
tajantemente a vender su pequeño lote de tierra, y nada lo hacía cambiar de
parecer! El hacendado hasta llegó a ofrecerle mucho más dinero del que valía en
realidad la parcelita; ¡pero el viejo campesino, muy encariñado con su
terrenito, se negó en redondo a venderlo! El hacendado por fin se dio
por vencido, pero se confortó diciendo: «¡Bah, qué importa! ¡Si no es más que una
parcelita! Como he adquirido todos los demás terrenos, ¡Huddersfield es mío!
¡Me pertenece!» Por casualidad, el viejo campesino testarudo lo oyó y le
recordó: «¡Nada de eso! ¡Ambos somos dueños de Huddersfield! ¡Nos
pertenece a los dos!»
No permitas que el Diablo le diga
a Dios eso de ti: «¡Ajá!
¡Mira, Dios! ¡Este lo ha entregado todo menos esta cosita! Así, aunque mayormente
te pertenece a Ti, ¡una partecita todavía me pertenece a mí!»
Para «vencer al maligno», y tener «la paz de Dios que sobrepasa todo
entendimiento», es necesario que se lo encomiendes todo al Señor.
Entonces, cuando tu voluntad esté en perfecta armonía con la voluntad divina,
¡estarás a salvo bajo la sombra de Sus alas, y Él te bendecirá con completa paz
y reposo celestial! (1Jn.2:14; Fil.4:7; Sal.91) Como dice un hermoso himno
antiguo:
«Anhelaste
tener
más reposo
y más fe,
y
has rezado con todo fervor;
pero
sólo obtendrás bendiciones y paz
si te entregas entero al Señor.
¿Ya
has puesto tu corazón sobre el altar?
¿Su
Espíritu guía tu ser?
¡Hallarás
bendición,
esa
paz y esa unión,
si es que todo lo entregas
a Él!»
¡Así que sométete a Dios hoy
mismo! ¡Ofrece tu vida en Su altar de sacrificio, pídele que la tome y la
emplee para Su gloria, ¡y Él lo hará,
tanto como se lo permitas! «¡Es ilimitado!» ¡Eres hijo Suyo,
y Él te ama y siempre hará todo lo posible para que seas útil y estés
contento sirviendo por amor a los demás en nombre Suyo, a fin de que les
lleves la misma vida y la misma felicidad que tú has hallado en Jesús!
¡Haz tú todo lo posible por Jesús sometiéndote hoy mismo a Él!
¿Amén? ¡Dios te bendiga!
Jn.3:30 Es necesario que Él crezca, pero que yo
mengüe.
Rom.12:1 Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable.
Luc.22:42 Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sinola Tuya.
Ro m.6:13a Ni
tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad,
sino presentaos vosotros mismos a Dios.
Rom.12:1 Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable.
Luc.22:42 Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino
Ro
Stg.1:22 Sed hacedores de
la Palabra , y
no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Jn.13:17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Jn.15:14 Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando.
1Sam.15:22,23a ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las Palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.
Stg.4:17 Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Jn.14:15 Si me amáis, guardad Mis mandamientos.
Jn.13:17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Jn.15:14 Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando.
1Sam.15:22,23a ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las Palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.
Stg.4:17 Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Jn.14:15 Si me amáis, guardad Mis mandamientos.
Nathan y Esther,
orando con la señora y dejando Su luz brillar.
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162
E-mail: mluzcelestial@gmail.com