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martes, 27 de agosto de 2013

Complejos de inferioridad

Por Arline Westmeier de su libro "Sanidad del alma herida"
Todos nosotros tenemos complejos. Ellos son el producto de no haber recibido amor, perdón, protección o alabanza de una forma adecuada. Muchos tenemos complejos de inferioridad muy agudos. El complejo de inferioridad podríamos decir que es como un termómetro.
Grado de superioridad
+5
+4
+3
+2
+ 1
----O CRISTO
-1
-2
- 3 Nosotros
-4
-5
Grado de inferioridad
En la historia ha habido solamente una persona completamente equilibrada. Él no se sintió inferior ni superior. Estaba en el punto cero del termómetro. Cristo fue la única persona en este mundo que pudo Vivir en este punto. En Juan 8:14 dijo: "Yo sé de dónde he venido, yo sé a dónde voy". Él era Dios, pero no se sentía superior. Fue clavado en la cruz, pero no se sintió inferior. Pudo enfrentarse con reyes, pero no se sintió tan superior que no quisiera hablar con la mujer de la calle. Nosotros nunca podremos llegar al grado a que Él llegó. Pero esa debe ser nuestra meta. Nosotros siempre nos encontramos debajo de la línea cero; siempre nos sentimos inferiores a otras personas en algún grado. Si tenemos sentimientos de inferioridad de dos grados en el termómetro, tenemos que compensar esa deficiencia haciendo cosas que nos hagan sentir en dos grados superiores a los demás; de 10 contrario vamos al suicidio, no podemos vivir con esa descompensación. Por eso, tenemos que comportarnos en una forma de superioridad de dos grados. Si sentimos una inferioridad de cuatro grados, tenemos que llenarlos con una actitud de superioridad de cuatro grados, o no podríamos aguantar la deficiencia.
¿Cómo nos comportamos cuando tenemos sentimientos de inferioridad? ¿Cuáles son los mecanismos que usamos para defendernos de la descompensación? Los siguientes síntomas nos dan unas pautas:
AISLARSE
Recuerdo a Norma en el seminario. Nunca quería tener amistad con ninguna de las compañeras de estudio, pues decía: "Es que siempre me meten en problemas". Según Norma, ella no tenía problemas, eran las otras las que los tenían. Esto era el resultado de su complejo de inferioridad, pues se sentía demasiado inferior para tener compañerismo y por eso se aisló, digamos, a un tercer grado. Llenó estos tres grados con "no tener problemas con nadie", lo cual le dio un sentido de valor.
TRATAR DE LLAMAR LA ATENCION
Muchas veces queremos ser el centro de atención. Mientras todo gira a nuestro alrededor, sentimos que al menos tenemos algo de valor. Es por eso que tratamos de llamar la atención.
Pablo me dijo una vez: "¡Yo soy profesional! ¡Tanto como usted es profesional, así, también soy yo!" Él tenía sentimientos de inferioridad muy agudos; a pesar de eso, él había logrado obtener un título universitario y con eso trató de obtener valor ante los demás. Así compensó su complejo de inferioridad con su carrera.
SENTIRSE DEMASIADO SUSCEPTIBLE
El que se siente inferior es demasiado susceptible; no resiste la crítica; mira a todo el mundo como si fuera superior a él. Cuando lo critican se siente aún más inferior; no puede aceptar la crítica.
También puede suceder que no acepta el halago. Pablo, el joven profesional, rechazaba toda clase de elogios. Un día le dije que yo valoraba algo que él había hecho. Me contestó: "No me diga eso, pues yo no soy amigo de las personas que me elogian. Yo quiero que me digan lo que está mal en mí",
Pablo decía eso porque él mismo se daba cuenta de que había algo que marchaba mal en él. Pensaba que el rechazar los halagos le hacía ganar valor, porque por lo menos tenía la capacidad de darse cuenta de que tenía problemas. No podía, por lo tanto, recibir tales halagos.
La persona con sentimientos de inferioridad busca recibir halagos todo el tiempo o los rechaza completamente. Cristo podía recibir halagos o críticas sin sentirse inferior, porque Él sabía quién era y a dónde iba; no tenía ningún sentimiento de inferioridad, o de superioridad.
SER DEMASIADO POSESIVO
El que se siente inferior tiende a ser demasiado posesivo. Se le oye decir: "Esas son mis cosas. Que nadie me las toque". "Es mi amiga".
En este sentido, el comportamiento de las jóvenes de una iglesia me llamó la atención. Unas se sentían inferiores e inseguras. Si al llegar a la iglesia el domingo, descubrían que su mejor amiga entablaba relación con cualquier otra persona, este hecho era suficiente para motivarle a no continuar asistiendo a tal iglesia.
Decían: "Ella me quitó mi mejor amiga". Sentían que si tenían una amiga especial, tenían valor, pero lo perdían si alguien también tenía amistad con esta persona. Las jóvenes suplían su inferioridad con amigas especiales.
BUSCAR EL PERFECCIONISMO
Hay personas que "tienen que" hacer todo perfecto. Si no lo hacen así se sienten sin valor. Si no pueden alcanzar el 100% de perfección, sienten que ya no valen nada. Si tienen cinco grados de inferioridad, los tienen que compensar con cinco grados de perfeccionismo. Otras personas que tienen a penas un grado de inferioridad, puedan tolerar cometer algunos errores, sin descompensarse.
Gloria (quien creyó que nosotros éramos sus padres) al visitarnos para tomar un café, tenía que dejar cada taza en su lugar antes de salir de nuestra casa. Sentía que solamente de esta manera ella valía algo.
CRITICAR A OTROS
Los que se sienten inferiores critican demasiado a los demás. Dicen: "Él no sabe nada. Mire lo que ha hecho. ¿Cómo puede ser tan bobo para hacer eso"? Si alguien se siente inferior a otra persona pero ve que aún es capaz de notar las faltas de los demás, siente que por lo menos vale un poco.
De otro lado, cuando esta persona pasa cerca de un grupo y oye que están hablando en voz baja, lo primero que piensa es: "Están hablando mal de mí". Nunca se le ocurre pensar que ellas podrían estar planeando celebrar su cumpleaños. Está seguro de que siempre están hablando mal de él.
PROYECTARSE
Ello ocurre cuando vemos en otras personas lo que no nos gusta de nosotros mismos o tememos que existe en nosotros. Decimos: "Mira cuán orgulloso es él". ¿Tememos quizá ser orgullosos?
En una de mis clases de sicología pedí a los alumnos que escribieran algo referente a aquello que más les molestaba de ellos mismos. Todos, menos uno, hicieron el trabajo más o menos como debían. Sin embargo, uno de ellos me escribió: "Lo que más me molesta es que no encuentro ninguna persona espiritual en ninguna parte. El pastor de nuestra iglesia no es espiritual. En mi iglesia no hay nadie que sea espiritual. Pensé que al llegar al seminario iba a encontrar profesores muy espirituales, y estudiantes preparándose para el ministerio, también muy espirituales. Cuán grande fue mi sorpresa al llegar aquí y no encontrar ninguna persona espiritual. Ni los profesores, ni los estudiantes son espirituales; aquí no hay una sola persona que sea espiritual".
Yo lo llamé a mi oficina y le pregunté si sería que él no, se sentía espiritual. Agachó la cabeza y respondió que así era. Me comentó que cuando él tenía ocho años le tocó dormir en la misma cama con una prima. No hizo nada, pero tuvo malos pensamientos y siempre sentía que por haberlos tenido no valía nada. ¿Cómo podía entonces ser una persona espiritual habiendo tenido esa clase de pensamientos?
Oramos por aquellos pensamientos y los echamos sobre Cristo. De repente, la gente alrededor de él parecía más espiritual, Su concepto acerca de la espiritualidad de sus profesores, sus compañeros y aun de sí mismo cambió radicalmente a partir de entonces.
Nosotros vemos en los demás lo que tememos que hay en nosotros. Si sentimos o tememos que existe un defecto de segundo grado en nosotros, vemos en los demás una deficiencia de las mismas proporciones, lo cual nos permite establecer el equilibrio entre ellos y nosotros.
TRATAR DE COMPENSAR
El que siente que no vale nada tiene que compensar su insuficiencia en alguna forma. Siempre me interesaba observar a los estudiantes cuando llegaban al seminario. Estaban fuera de su propio ambiente, se encontraban en un ambiente nuevo y desconocido, los muros de protección que antes tenían a su alrededor habían desaparecido; se sentían como desnudos, ninguno de ellos sabía exactamente cómo comportarse. En esta situación, cada uno compensaba su deficiencia a su propia manera.
Había un joven de estatura baja que caminaba dando pasos muy fuertes, de manera que sonaran sus pisadas como si fuera un hombre muy alto y de pisadas muy fuertes. Siempre molestaba a nuestra pequeña perra y se acercaba a las jóvenes, asustándolas para hacerlas gritar.
Un día le pregunté: "¿Por qué molestas a los animales pequeños y a las chicas? ¿Por qué no molestas a un joven que sea de tu misma estatura o más grande? ¿Es que te sientes más hombre cuando haces gritar a las chicas?"
"No, no -dijo él-, no es eso. Es solamente que me gusta oírlas chillar".
Este joven tenía un sentimiento de inferioridad muy grave y quería compensar su estatura molestando a las jovencitas y a los animales pequeños. Cuando buscamos compensar nuestros sentimientos de inferioridad, nunca chocamos con otras personas que sean de nuestra misma estatura, o que parezcan un poco más grandes o fuertes, porque ellas nos hacen sentir aún más bajos. Siempre hacemos algo para sentirnos más importantes.

¿En qué basas tu sentido de valor? ¿En ser perfeccionista? ¿En ver que los que están a tu alrededor son peores que tú? Hay sólo una fuente de donde debe venir aquello que realmente te da valor. Tú has sido hecho a imagen de Dios; solamente esto nos da valor y nos hace libres de sentimientos de inferioridad, no aquello que hayamos hecho en nuestras propias capacidades.
Cuando poseemos falsos sentimientos acerca de lo que somos, lo único que nos libra de ellos es decir la verdad. La Biblia dice: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Juan 8:32). Si nosotros decimos la verdad en cuanto a lo que creemos que somos o lo que hemos hecho, Cristo lo lleva en la cruz y quedamos libres. No tenemos nada que esconder. Si piensas que no vales nada, di: "Señor, siento que no valgo nada. Toma estos sentimientos, los echo todos sobre ti".
No tenemos que aparentar que todo está andando bien en nosotros si hay algo que no lo está. Tal vez tu madre no te amaba, o tal vez no era capaz de expresarte amor. Decir eso no es culpar a nuestros padres. Al fin al cabo, nuestros padres fueron víctimas de las heridas que les causaron sus propios padres y aquellos de las heridas que les causaron los padres de ellos y así sucesivamente.
Más aún, si nosotros no reconocemos la verdad en cuanto a nuestras heridas y no las llevamos a Cristo para ser sanados, vamos a herir a nuestros hijos de la misma manera. No podemos actuar de otra forma, porque sencillamente no podemos ser aquello que no somos.
Ahora toma un papel y haz una lista de todo aquello que recuerdas del pasado que te haya causado dolor. ¿Cómo eran tus padres? ¿Qué te decían? No escribas lo que tú crees que tus padres pensaban de la situación sino aquello que tu sentías. ¿Cuáles eran tus sentimientos cuando te decían que no servías para nada? ¿Qué sentías cuando te comparaban con otra persona, tal vez con tu hermano, cuando interiormente sabías que él tampoco servía para nada? ¿Te castigaron injustamente y tuviste que callar? ¿Qué sentiste en ese momento? O tal vez tus padres te elogiaban tanto que nunca aceptaron que te equivocaras, mientras que tú sabías que jamás podrías llegar a la meta que ellos te habían impuesto. Tienes que ser sincero con DIOS y contigo mismo al hacer este balance recuerda decir la verdad porque sólo "la verdad os hará libres"


Para los que están interesados en este tema de la "Sanidad del alma herida", pueden bajar el libro en pdf aquí.



Nathan y Esther, compartiendo el amor de Dios a través de canciones.
Hugo, después de una clase de la biblia en la casa de nuestra amiga Elizabeth.

¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162

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