Por Arline Westmeier de su libro "Sanidad del alma herida"
Todos
nosotros tenemos complejos. Ellos son el producto de no haber recibido amor,
perdón, protección o alabanza de una forma adecuada. Muchos tenemos complejos
de inferioridad muy agudos. El complejo de inferioridad podríamos decir que es
como un termómetro.
Grado de superioridad
+5
+4
+3
+2
+ 1
----O CRISTO
-1
-2
- 3 Nosotros
-4
-5
Grado de inferioridad
En
la historia ha habido solamente una persona completamente equilibrada. Él no se
sintió inferior ni superior. Estaba en el punto cero del termómetro. Cristo fue la única persona en este
mundo que pudo Vivir en este punto.
En Juan 8:14 dijo: "Yo sé de dónde he venido, yo sé a dónde voy". Él era
Dios, pero no se sentía superior. Fue clavado en la cruz, pero no se sintió
inferior. Pudo enfrentarse con reyes, pero no se sintió tan superior que no quisiera
hablar con la mujer de la calle. Nosotros nunca podremos llegar al grado a que Él
llegó. Pero esa debe ser
nuestra meta. Nosotros siempre nos encontramos debajo de la línea cero; siempre
nos sentimos inferiores a otras personas en algún grado. Si tenemos sentimientos
de inferioridad de dos grados en el termómetro, tenemos que compensar esa deficiencia
haciendo cosas que nos hagan sentir en dos grados superiores a los demás; de 10
contrario vamos al suicidio, no podemos vivir con esa descompensación. Por eso,
tenemos que comportarnos en una forma de superioridad de dos grados. Si
sentimos una inferioridad de cuatro grados, tenemos que llenarlos con una actitud
de superioridad de cuatro grados, o no podríamos aguantar la deficiencia.
¿Cómo
nos comportamos cuando tenemos sentimientos
de inferioridad? ¿Cuáles son los mecanismos que usamos para defendernos de la
descompensación? Los siguientes síntomas nos dan unas pautas:
AISLARSE
Recuerdo
a Norma en el seminario. Nunca quería tener amistad con ninguna de las
compañeras de estudio, pues decía: "Es que siempre me meten en
problemas". Según Norma, ella no tenía problemas, eran las otras las que
los tenían. Esto era el resultado de su complejo de inferioridad, pues se sentía
demasiado inferior para tener compañerismo y por eso se aisló, digamos, a un
tercer grado. Llenó estos tres grados con "no tener problemas con nadie",
lo cual le dio un sentido de valor.
TRATAR DE LLAMAR LA ATENCION
Muchas
veces queremos ser el centro de atención. Mientras todo gira a nuestro alrededor,
sentimos que al menos tenemos algo de valor. Es por eso que tratamos de llamar
la atención.
Pablo
me dijo una vez: "¡Yo soy profesional! ¡Tanto como usted es profesional,
así, también soy yo!" Él tenía sentimientos de inferioridad muy agudos; a
pesar de eso, él había logrado obtener un título universitario y con eso trató de
obtener valor ante los demás. Así compensó su complejo de inferioridad con su
carrera.
SENTIRSE DEMASIADO SUSCEPTIBLE
El
que se siente inferior es demasiado susceptible; no resiste la crítica; mira a
todo el mundo como si fuera superior a él. Cuando lo critican se siente aún más
inferior; no puede aceptar la crítica.
También
puede suceder que no acepta el halago. Pablo, el joven profesional, rechazaba
toda clase de elogios. Un día le dije que yo valoraba algo que él había hecho.
Me contestó: "No me diga eso, pues yo no soy amigo de las personas que me
elogian. Yo quiero que me digan lo que está mal en mí",
Pablo
decía eso porque él mismo se daba cuenta de que había algo que marchaba mal en
él. Pensaba que el rechazar los halagos le hacía ganar valor, porque por lo menos
tenía la capacidad de darse cuenta de que tenía problemas. No podía, por lo tanto,
recibir tales halagos.
La
persona con sentimientos de inferioridad busca recibir halagos todo el tiempo o
los rechaza completamente. Cristo podía recibir halagos o críticas sin sentirse
inferior, porque Él sabía quién era y a dónde iba; no tenía ningún sentimiento
de inferioridad, o de superioridad.
SER DEMASIADO POSESIVO
El
que se siente inferior tiende a ser demasiado posesivo. Se le oye decir:
"Esas son mis cosas. Que nadie me las toque". "Es mi
amiga".
En
este sentido, el comportamiento de las jóvenes de una iglesia me llamó la atención.
Unas se sentían inferiores e inseguras. Si al llegar a la iglesia el domingo,
descubrían que su mejor amiga entablaba relación con cualquier otra persona,
este hecho era suficiente para motivarle a no continuar asistiendo a tal
iglesia.
Decían:
"Ella me quitó mi mejor amiga". Sentían que si tenían una amiga especial,
tenían valor, pero lo perdían si alguien también tenía amistad con esta persona. Las jóvenes suplían su inferioridad
con amigas especiales.
BUSCAR EL PERFECCIONISMO
Hay
personas que "tienen que" hacer todo perfecto. Si no lo hacen así se
sienten sin valor. Si no pueden alcanzar el 100% de perfección,
sienten que ya no valen nada. Si tienen
cinco grados de inferioridad, los tienen que compensar con cinco grados de perfeccionismo.
Otras personas que tienen a penas un
grado de inferioridad,
puedan tolerar cometer algunos errores, sin descompensarse.
Gloria
(quien creyó que nosotros éramos sus padres) al visitarnos para tomar un café,
tenía que dejar cada taza en su lugar antes de salir de nuestra casa. Sentía
que solamente de esta manera ella valía algo.
CRITICAR A OTROS
Los
que se sienten inferiores critican demasiado a los demás. Dicen: "Él no sabe
nada. Mire lo que ha hecho. ¿Cómo puede ser tan bobo para hacer eso"? Si
alguien se siente inferior a otra persona pero ve que aún es capaz de notar las
faltas de los demás, siente que por lo menos vale un poco.
De
otro lado, cuando esta persona pasa cerca de un grupo y oye que están hablando
en voz baja, lo primero que piensa es: "Están hablando mal de mí".
Nunca se le ocurre pensar que ellas podrían estar planeando celebrar su cumpleaños.
Está seguro de que siempre están hablando mal de él.
PROYECTARSE
Ello
ocurre cuando vemos en otras personas lo que no nos gusta de nosotros mismos o
tememos que existe en nosotros. Decimos: "Mira cuán orgulloso es él".
¿Tememos quizá ser orgullosos?
En
una de mis clases de sicología pedí a los alumnos que escribieran algo referente
a aquello que más les molestaba de ellos mismos. Todos, menos uno, hicieron el trabajo
más o menos como debían. Sin embargo, uno de ellos me escribió: "Lo que
más me molesta es que no encuentro ninguna persona espiritual en ninguna parte.
El pastor de nuestra iglesia no es espiritual. En mi iglesia no hay nadie que
sea espiritual. Pensé que al llegar al seminario iba a encontrar profesores muy
espirituales, y estudiantes preparándose para el ministerio, también muy espirituales. Cuán
grande fue mi sorpresa al llegar aquí y no encontrar ninguna persona espiritual.
Ni los profesores, ni los estudiantes son espirituales; aquí no hay una sola persona
que sea espiritual".
Yo
lo llamé a mi oficina y le pregunté si sería que él no, se sentía espiritual. Agachó
la cabeza y respondió que así era. Me comentó que cuando él tenía ocho años le
tocó dormir en la misma cama con una prima. No hizo nada, pero tuvo malos
pensamientos y siempre sentía que por haberlos tenido no valía nada. ¿Cómo
podía entonces ser una persona espiritual habiendo tenido esa clase de pensamientos?
Oramos
por aquellos pensamientos y los echamos sobre Cristo. De repente, la gente alrededor de él
parecía más espiritual, Su concepto acerca de la espiritualidad de sus
profesores, sus compañeros y aun de sí mismo cambió radicalmente a partir de
entonces.
Nosotros
vemos en los demás lo que tememos que hay en nosotros. Si sentimos o tememos
que existe un defecto de segundo grado en nosotros, vemos en los demás una
deficiencia de las mismas proporciones, lo cual nos permite establecer el
equilibrio entre ellos y nosotros.
TRATAR DE COMPENSAR
El
que siente que no vale nada tiene que compensar su insuficiencia en alguna
forma. Siempre me interesaba observar a los estudiantes cuando llegaban al
seminario. Estaban fuera de su propio ambiente, se encontraban en un ambiente
nuevo y desconocido, los muros de protección que antes tenían a su alrededor
habían desaparecido; se sentían como desnudos, ninguno de ellos sabía
exactamente cómo comportarse. En esta situación, cada uno compensaba su
deficiencia a su propia manera.
Había
un joven de estatura baja que caminaba dando pasos muy fuertes, de manera que
sonaran sus pisadas como si fuera un hombre muy alto y de pisadas muy fuertes.
Siempre molestaba a nuestra pequeña perra y se acercaba a las jóvenes,
asustándolas para hacerlas gritar.
Un
día le pregunté: "¿Por qué molestas a los animales pequeños y a las chicas?
¿Por qué no molestas a un joven que sea de tu misma estatura o más grande? ¿Es
que te sientes más hombre cuando haces gritar a las chicas?"
"No,
no -dijo él-, no es eso. Es solamente que me gusta oírlas chillar".
Este
joven tenía un sentimiento de inferioridad muy grave y quería compensar su
estatura molestando a las jovencitas y a los animales pequeños. Cuando buscamos
compensar nuestros sentimientos de inferioridad, nunca chocamos con otras personas
que sean de nuestra misma estatura, o que parezcan un poco más grandes o
fuertes, porque ellas nos hacen sentir aún más bajos. Siempre hacemos algo para
sentirnos más importantes.
¿En
qué basas tu sentido de valor? ¿En ser perfeccionista? ¿En ver que los que
están a tu alrededor son peores que tú? Hay sólo una fuente de donde debe venir
aquello que realmente te da valor. Tú has sido hecho a imagen de Dios; solamente
esto nos da valor y nos hace libres de sentimientos de inferioridad, no aquello
que hayamos hecho en nuestras propias capacidades.
Cuando
poseemos falsos sentimientos acerca de lo que somos, lo único que nos libra de
ellos es decir la verdad. La Biblia dice: "Conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres" (Juan 8:32). Si nosotros decimos la verdad en
cuanto a lo que creemos que somos o lo que hemos hecho, Cristo lo lleva en la
cruz y quedamos libres. No tenemos nada que esconder. Si piensas que no vales
nada, di: "Señor, siento que no valgo nada. Toma tú estos
sentimientos, los echo todos sobre ti".
No
tenemos que aparentar que todo está andando bien en nosotros si hay algo que no
lo está. Tal vez tu madre no te amaba,
o tal vez no era capaz de expresarte amor. Decir eso no es culpar a nuestros
padres. Al fin al cabo, nuestros padres fueron víctimas de las heridas que les causaron
sus propios padres y aquellos de las heridas que les causaron los padres de
ellos y así sucesivamente.
Más aún,
si nosotros no reconocemos la verdad en cuanto a nuestras heridas y no las
llevamos a Cristo para ser sanados, vamos a herir a nuestros hijos de la misma manera.
No podemos actuar de otra forma, porque
sencillamente no podemos ser aquello que no somos.
Ahora
toma un papel y haz una lista de todo aquello que recuerdas del pasado que te haya
causado dolor. ¿Cómo eran tus padres? ¿Qué te decían? No escribas lo que tú
crees que tus padres pensaban de la situación sino aquello que tu sentías. ¿Cuáles eran tus sentimientos cuando
te decían que no servías para nada? ¿Qué sentías cuando te comparaban con otra
persona, tal vez con tu hermano, cuando interiormente tú sabías
que él tampoco servía para nada? ¿Te castigaron injustamente y tuviste que
callar? ¿Qué sentiste en ese momento? O tal vez tus padres te elogiaban tanto
que nunca aceptaron que tú te equivocaras, mientras que tú sabías
que jamás podrías llegar a la meta que ellos te habían impuesto. Tienes que
ser sincero con DIOS y contigo mismo al hacer este balance recuerda
decir la verdad porque sólo "la
verdad os hará libres"
Para los que están interesados en este tema de la "Sanidad del alma herida", pueden bajar el libro en pdf aquí.
Nathan y Esther, compartiendo el amor de Dios a través de canciones.
Hugo, después de una clase de la biblia en la casa de nuestra amiga Elizabeth.
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162
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