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viernes, 30 de agosto de 2013

¡SOMETEOS PUES A DIOS! (Santiago 4:7)

Por David Brant Berg
«¡Observa esos diamantes de polvo! ¡No se esfuerzan por chispear y brillar! ¡Simplemente dejan que la luz brille a través de ellos! No se afanan por brillar o moverse. ¡No tratan de llegar a ninguna parte; no tienen prisa! Se limitan a flotar tranquilamente en el aire de Dios, y sólo se agitan cuando Él hace estallar una tormenta. ¡Y aun así, cuando todo se vuelve a serenar, retornan a su sitio!»
«¡Giran y dan volteretas totalmente rendidos al aliento de Su Espíritu, sin ninguna voluntad propia! ¡Simplemente flotan en el aire de Dios, dando volteretas, girando, centelleando, brillando y regocijándose de la forma más hermosa!» Diamantes de polvo.
Esta carta tan sencilla nos enseña por qué debemos someternos al Señor: «¡La luz en sí es invisible! ¡Solamente se puede apreciar  reflejada en todos esos pequeños diamantes de polvo! ¡La gente solamente  puede ver a Dios tal como lo reflejamos nosotros, como pequeños diamantes de polvo! Tiene que mirarnos para ver a Dios reflejado en nosotros. ¡La luz de Dios no se ve a menos que la reflejes!  Por eso, “así brille tu luz delante de los hombres, para que vean tus buenas obras, y glorifiquen a tu Padre que está en los Cielos!” (Mat. 5:16) Si no estuviera el polvo, no se podría ver la luz; y si no hubiera luz, ¡no se podría ver el polvo! ¡Hacen falta las dos cosas!»
La carta explica luego con cierto tono de tristeza: «Puede que nunca vuelvas a ver a ese pequeño diamante de polvo, ya que algunos que son impulsados hacia la luz, no brillan sino por un momento y vuelven a desvanecerse en la oscuridad. ¡Sólo tienen su momento de verdad!» Enseguida viene un pensamiento que nos da aliento y esperanza: «¡Claro que si pudiera permanecer en la Luz del Señor, su vida centellearía hasta el fin, así como una vela da luz a toda la casa hasta que se acaba! ¡Cuanto más tiempo permanezca esa pequeña mota de polvo en la luz, más tiempo brillará y más seguirá siendo un diamante!» De eso precisamente trata esta lección: ¡de cómo permanecer en la Luz del Señor para seguir siendo una de Sus joyas, un instrumento útil y dócil en Sus manos, del cual pueda servirse plenamente para realizar Su plan y Su objetivo!
Dios tiene un lugar muy especial para cada uno de nosotros en su Reino. ¡Te tiene preparada una tarea especial, una misión única que nadie más que puede cumplir! Sin embargo, no hay sino una manera de averiguar siquiera cuál es la voluntad de  Dios  para  tu vida --sin hablar ya de cumplirla--, ¡y es sometiéndote verdaderamente a Él! ¡Sólo entonces podrás dejar que «tu polvo se convierta en diamantes que exhiben la belleza de Dios», y transmitir así la maravillosa Vida, Amor y Luz del Señor a tanta gente como puedas!
Al fin y al cabo, para eso tiene el Señor a Sus hijos en este mundo: ¡para que testifiquen a otras personas a fin de que también ellas encuentren el Amor y la Salvación celestiales que nosotros hemos hallado en Jesús! Y lo maravilloso del caso es que nosotros no tenemos que testificar o hacer la obra del Señor con nuestras propias fuerzas. La verdad es que si lo hiciéramos, ¡menudo enredo armaríamos! ¡Basta simplemente con que nos rindamos a Él, con que «nos despreocupemos y se lo dejemos todo a Dios», y Él obrará entonces a través nuestro!
¡Es preciso que la gente vea a Jesús manifestado en ti! Pero si sales a relucir demasiado en tu testificación, la gente seguirá su rumbo por pensar que lo que dices es una pérdida de tiempo, que en nada se diferencia de lo que predica todo el resto del mundo. Es fácil, pues, darse cuenta de lo importante que es tu entrega al Señor, ¡tanto para tu propio bien como para el bien de las almas perdidas y de Dios! Por eso no es «con (tu) fuerza, ni con (tu) poder, ¡sino con Mi Espíritu, dice el Señor! Porque tenemos este tesoro (el Señor y Su Amor) en vasos de barro (de carne), ¡para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros!» (Zac.4:6; 2Cor.4:7)
Jesús hasta llegó a decir de la labor que hacemos por Él: «Mi yugo es fácil, y ligera mi carga» (Mat. 11:30). Total que jamás tenemos que preocuparnos de que estamos demasiado recargados o arrastrando demasiado peso. ¡Lo que debemos aprender es simplemente a someternos a Jesús y dejar que Él haga el trabajo a través de nosotros! ¡Porque separados de Él, no somos nada, y por nosotros mismos nada podemos hacer! Mas conforme «echamos nuestras cargas sobre Él», «¡todo lo podremos en Cristo!» ¡Aleluya! (Juan 5:30; 15:5; 1Pe.5:7; Fil.4:13)
 Jesús dice: «Permaneced en Mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:4,5). Este siempre ha sido uno de mis pasajes favoritos, pues sabía que yo no era nada y que sin el Señor, nada podía hacer; pero que si tan solo permanecía en Él, ¡Él llevaría el fruto, el Señor podía hacerlo! ¡Alabado sea el Señor!
 «¡NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA!»
¡Para llegar a averiguar cual es la voluntad de Dios para nuestra vida, es preciso que nos sometamos completamente a Él! Jesús nos dio el mejor ejemplo de sumisión cuando se arrodilló en el huerto de Getsemaní y, sabiendo que en poco tiempo habría de sufrir la cruel y horrible muerte en la cruz, oró: «No se haga Mi voluntad, ¡sino la Tuya!» (Mat.26:39) A menos que nos subyuguemos al Señor y estemos dispuestos a entregar nuestras vidas por Él, ni siquiera podremos descubrir cuál es Su voluntad. La sumisión es el primer paso. Y si nos mostramos reacios a dar ese primer paso de someternos a Él, ¡no podremos dar ninguno de los otros pasos, y no lograremos lo que Dios quiere que logremos!
La Palabra de Dios dice: «Hermanos, os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis --o sepáis-- cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom.12:1,2). ¡Está visto, pues, que el primer requisito para hallar la voluntad de Dios es carecer de voluntad propia! ¡Hay que abandonarse por completo a El, entregándole tu mente, tu cuerpo y tu propia voluntad! ¡Y entonces la descubrirás! Como dijo alguien: «¡El principio fundamental para conocer la voluntad de Dios es estar preparado para cumplirla aun antes de saber cuál es!»
Si eres cristiano, si eres salvo y tienes a Jesús en tu corazón, ¡es importante que comprendas y seas consciente de que tú no eres tuyo! Jesús te compró y pagó por ti y por tu salvación con Su  propia sangre, ¡y no puedes hacer lo que te plazca! (1Pe.1:18,19) No te perteneces, ¡sino que perteneces al Señor y a la Obra de Dios! «¿No sabéis que no sois vuestros? Pues habéis sido comprados por precio; ¡glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios! (1Cor.6:19-20)
Si de veras crees en la Biblia, que Jesús derramó Su sangre y murió ti en la cruz para salvarte del infierno y otorgarte vida eterna celestial, ¡deberías ofrecerte a hacer cualquier cosa por Él y sufrir cualquier cosa en simple señal de gratitud por tu salvación! ¿Amén? ¡Tu vida pertenece a Jesús! Si Él te compró y pagó por ti, ¿cómo no vas a entregárselo todo y rendir tu voluntad a la Suya?
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Me recuerda lo que le dijo un desconocido maestro de catequesis de Boston a un jovencito pobre que vendía zapatos y había recibido al Señor con él. Le dijo: «Dwight L. Moody, ¡es ilimitado lo que Dios puede hacer con un hombre sumiso y dispuesto a hacer Su voluntad!» Moody lo miró fijamente a los ojos y contestó: ¡Por la gracia de Dios, estoy resuelto a ser ese hombre!» ¡Y lo fue! Poco después se mudó a Chicago donde empezó a predicar el Evangelio y a testificar a otras personas. ¡Tanto le emocionó que otras personas recibieran a Jesús con él, que dejó de vender zapatos y empezó a servir al Señor de lleno! ¡Con el tiempo se convirtió en uno de los más grandes evangelizadores del mundo, y llegó a ganar decenas de miles de almas eternas!
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Me viene a la memoria la historia de Huddersfield*: Había un acaudalado terrateniente que deseaba comprar todo un pueblo. Por fin adquirió todos los lotes y terrenos... mejor dicho, ¡todos menos una parcelita! ¡Pues resulta que había un campesino testarudo que se negó tajantemente a vender su pequeño lote de tierra, y nada lo hacía cambiar de parecer! El hacendado hasta llegó a ofrecerle mucho más dinero del que valía en realidad la parcelita; ¡pero el viejo campesino, muy encariñado con su terrenito, se negó en redondo a venderlo! El hacendado por fin se dio por vencido, pero se confortó diciendo: «¡Bah, qué importa! ¡Si no es más que una parcelita! Como he adquirido todos los demás terrenos, ¡Huddersfield es mío! ¡Me pertenece!» Por casualidad, el viejo campesino testarudo lo oyó y le recordó: «¡Nada de eso! ¡Ambos somos dueños de Huddersfield! ¡Nos pertenece a los dos
No permitas que el Diablo le diga a Dios eso de ti: «¡Ajá! ¡Mira, Dios! ¡Este lo ha entregado todo menos esta cosita! Así, aunque mayormente te pertenece a Ti, ¡una partecita todavía me pertenece a !» Para «vencer al maligno», y tener «la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento», es necesario que se lo encomiendes todo al Señor. Entonces, cuando tu voluntad esté en perfecta armonía con la voluntad divina, ¡estarás a salvo bajo la sombra de Sus alas, y Él te bendecirá con completa paz y reposo celestial! (1Jn.2:14; Fil.4:7; Sal.91) Como dice un hermoso himno antiguo:
«Anhelaste tener
más reposo y más fe,
y has rezado con todo fervor;
pero sólo obtendrás bendiciones y paz
si te entregas entero al Señor.
¿Ya has puesto tu corazón sobre el altar?
¿Su Espíritu guía tu ser?
¡Hallarás bendición,
esa paz y esa unión,
si es que todo lo entregas a Él!»
¡Así que sométete a Dios hoy mismo! ¡Ofrece tu vida en Su altar de sacrificio, pídele que la tome y la emplee para Su gloria, ¡y Él lo hará, tanto como se lo permitas! «¡Es ilimitado!» ¡Eres hijo Suyo, y Él te ama y siempre hará todo lo posible para que seas útil y estés contento sirviendo por amor a los demás en nombre Suyo, a fin de que les lleves la misma vida y la misma felicidad que has hallado en Jesús! ¡Haz todo lo posible por Jesús sometiéndote hoy mismo a Él! ¿Amén? ¡Dios te bendiga!



SUMISIÓN Y OBEDIENCIA
Jn.3:30  Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe.
Rom.12:1 Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable.
Luc.22:42 Padre, si quieres, pasa de Mí esta copa; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya.
Ro
m.6:13a Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios.
Stg.1:22 Sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Jn.13:17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.
Jn.15:14 Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando.
1Sam.15:22,23a ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las Palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.
Stg.4:17 Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Jn.14:15 Si me amáis, guardad Mis mandamientos.



Nathan y Esther, orando con la señora y dejando Su luz brillar.

¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162

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