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domingo, 27 de octubre de 2013

¡LA IRA PUEDE SER MUY PELIGROSA!

A uno que es mi amigo,
hablé airado con brusquedad,
y le produjo una herida
que cicatrizó con dificultad.
Aquella palabra dicha sin pensar,
ojalá se nos borrase de la mente
mas su recuerdo en nuestra memoria
perdura y vive constantemente.

Cierto autor cristiano relata la siguiente historia verídica: «En mi niñez, yo tenía muy mal genio, y eso hacía que muchas veces dijera o hiciera cosas antipáticas en un arrebato de ira.»
«Un día, después de que insulté a un compañero de juegos y se fue llorando a casa, mi padre me dijo que por cada palabra que yo dijera enojado sin pensar iba a clavar un clavo en un poste del portón. Y cada vez que yo tuviera paciencia y dijera algo amable y agradable, arrancaría un clavo.»
«Pasaron los meses. ¡Cada vez que entraba por la puerta, me acordaba de las razones por las que cada vez había más clavos! ¡Hasta que por fin, llegué a la conclusión de que arrancarlos era un ideal que me esforzaría por alcanzar!»
«¡Por fin llegó el día tan ansiado! ¡Sólo faltaba un clavo! Mientras mi padre lo arrancaba, yo saltaba de contento exclamando orgulloso: '¡Mira, papá, no queda ni un clavo!'»
«Recuerdo que mi padre se quedó mirando atentamente el poste salpicado de agujeros y respondió pensativamente: 'No, ya no quedan clavos... ¡pero sí quedan las cicatrices!'»
Cuán cierto es el dicho: «La ira de hoy es el remordimiento de mañana. Con cuánto pesar nos lamentamos de las cosas que hemos dicho en un arrebato de enojo, de palabras que hubiéramos preferido no decir nunca. ¡La ira descontrolada puede ser algo muy cruel y terrible! ¡Se ha dicho que «cuando Caín tenía la ira en el corazón, no faltaba mucho para el crimen»! Nunca se es tan vulnerable a los pensamientos del Diablo como cuando se siente una furia irrazonable. ¡El dominio de uno mismo es menor que nunca, la razón disminuye y generalmente se pierde el sentido común! ¡La ira puede ser muy peligrosa!
¡Cuando Moisés mató a un egipcio y tuvo que huir para salvar la vida, lo hizo en un arrebato repentino de cólera! (Éxodo 2:11-15) Entonces tuvo que pasar 40 años cuidando paciente y humildemente ovejas en parajes solitarios, donde tuvo tiempo para escuchar la voz de Dios en vez de dejarse llevar por sus propios impulsos antes de estar preparado para la lenta y laboriosa misión de librar a los hebreos de los egipcios, la cual requería mucha paciencia.
La Biblia habla mucho de la ira... ¡más que nada en contra de la ira! ¡Al menos en contra de la ira humana impaciente, egoísta, orgullosa, injustificada y sin amor que hace daño. Pablo nos dice: «Dejad toda amargura, enojo e ira.» (Efesios 4:31) Salomón nos advierte: «No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque el enojo reposa en el seno de los necios. (Eclesiastés 7:9) La Palabra de Dios advierte asimismo: «No te hagas amigo del iracundo, ni te asocies con el que se enoja fácilmente.» (Proverbios 22:24,25), ¡porque el que se enoja se puede poner violento y hacerte daño o causarte problemas a ti y a otros!
¡Justa indignación!
Pero no toda ira es forzosamente mala. Al fin y al cabo, la ira es una emoción natural creada por Dios que, en sí, no es buena ni mala. El hecho de que esté bien o mal depende de la razón o motivación que tengamos para enojarnos. El filósofo griego Aristóteles escribió muy acertadamente: «Montar en cólera es fácil; cualquiera puede hacerlo. Pero enojarse con la persona debida en el momento apropiado, con el motivo adecuado y de la manera debida... ¡eso no es fácil, y no todos pueden hacerlo!»
Hoy en día la mayoría de los cristianos piensa por lo visto que la ira es pecado, y desgraciadamente, en la mayoría de los casos lo es. ¡Pero lo cierto es que a veces no es pecado enfadarse! ¡Dios mismo se enoja mucho con frecuencia, sobre todo con los impíos rebeldes que rechazan la Verdad y oprimen, persiguen y maltratan a los demás! Es más, su Palabra dice: «¡Dios está airado con el impío todos los días!» (Salmos 7:11)
El sabio rey Salomón, escribió: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3:1), ¡y desde luego hay ocasiones en que debemos enojarnos! Si no, ¿cómo vamos a tener el espíritu combativo, el ánimo, el ardor y el apremio para «pelear la buena batalla», «militar la buena milicia», «resistir al Diablo», «predicar la Palabra, redarguir, reprender y exhortar» y hacer todas las demás cosas que tenemos la obligación de hacer como activos soldados cristianos para resistir y combatir el pecado, el mal y las fuerzas del Diablo! (1a a Timoteo 6:12, 1:18; Santiago 4:7; 2a a Timoteo 4:2)
Aunque en la Biblia hay muchos ejemplos que ilustran claramente los efectos negativos de la ira descontrolada, ¡también hay muchos ejemplos de hombres de Dios que se enojaron por una buena razón, por razones justas, y su ira piadosa los impulsó a combatir el mal, corregir lo errado y enderezar lo torcido!
Por ejemplo la Biblia cuenta que Sansón --el juez tan poco convencional de quien Dios se valió para librar a su pueblo de sus enemigos-- descubrió en una ocasión que sus enemigos le habían traicionado y engañado, y «el Espíritu del Señor vino sobre él... y se encendió su enojo!» ¡El Señor de hecho lo ungió para que se enojara y se valió de su enojo para que se alzara y derrotara a los enemigos del pueblo del Señor! (Jueces 14:19)
Otro ejemplo parecido lo vemos en 1º de Samuel capítulo 11: Saúl acababa de ser escogido rey. Ciertos enemigos de Israel, los amonitas, fueron y sitiaron la ciudad de Jabes de Galaad. ¡Unos mensajeros le llevaron a Saúl la noticia de que los amonitas habían jurado cruelmente no hacer la paz a menos que los hombres de Jabes se rindieran y permitieran que los amonitas les sacaran el ojo derecho, afrentando así a todo Israel! La Biblia dice: «¡Al oír Saúl estas palabras, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y él se encendió en ira en gran manera!» (1º de Samuel 11:6) ¡Entonces ordenó que todos los hombres de Israel acudieran inmediatamente en ayuda de Jabes, y congregó un gran ejército que derrotó y venció totalmente a los perversos amonitas!
Dice el Nuevo Testamento que hasta Jesús se llenaba con frecuencia de ira justa, o indignación justa. En el capítulo 3 de Marcos dice que Jesús entró en una sinagoga judía y encontró a un hombre con una mano seca o paralizada. Algunos de sus enemigos religiosos hipócritas observaban atentamente para ver si desobedecía las leyes de Moisés curando a aquel pobre hombre en el día de reposo (sábado), el día santo de los judíos. Jesús le ordenó al hombre de la mano seca:: «¡Levántate delante de todos!» Entonces, volviéndose a los líderes religiosos hipócritas, les preguntó: «¿Qué es lo lícito en los días de reposo? ¿Hacer el bien o hacer el mal? ¿Salvar la vida o quitarla
Esta pregunta los dejó en silencio. «Entonces, mirándolos con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: '¡Extiende la mano!'» ¡Y la mano del hombre se curó y sanó por completo! (Marcos 3:1-5) Aquí tenemos un caso en que el propio Jesús se enojó entristecido por la hipocresía y dureza de corazón de sus acusadores.
Otra ocasión en que la Biblia dice que Jesús se enojó fue cuando le llevaron niños para que les impusiera las manos y bendijera. Pero sus discípulos reprendieron y trataron de echar a los que habían llevado a los niños. «Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: '¡Dejad que los niños vengan a Mí! ¡No se lo impidáis, porque de ellos es el Reino de Dios!'» (Marcos 10:13,14) Jesús se enojó cuando vio que sus discípulos trataban de impedir que los niños se acercaran a él. Y sin duda lo hizo con un tono de voz indignado cuando ordenó: «¡Dejad que los niños vengan a Mí!» Entonces, ¿por qué no nos vamos a enojar también nosotros con cualquiera o cualquier cosa que pueda impedir o evitar que la gente se acerque a Jesús?
¡Por supuesto, el máximo ejemplo de la ira de Jesús fue cuando emprendió un ataque total contra los líderes religiosos falsos, farsantes, fariseos e impostores de su tiempo! Cuando vio que los líderes religiosos les robaban a los pobres y los explotaban en nombre de Dios, hizo un látigo El mismo, irrumpió en el templo y El mismo azotó y expulsó a los cambistas, volcó sus mesas, desparramó su dinero y los reprendió a voces diciendo: «¡Habéis convertido la casa de oración en guarida de ladrones y salteadores!» (Juan 2:14-16; Mateo 21:12-13)
Más tarde aquel mismo día, Jesús dio su mensaje final a los fariseos, enfureciéndose tanto con su hipocresía y santurronería, su opresión inmisericorde de los pobres y su rechazo de la Verdad de Dios, que estalló como una bomba soltando la verdad, y los desenmascaró, acusó, maldijo y literalmente condenó al infierno! ¡Les puso el dedo en la llaga de tal manera con su mensaje, que a partir de aquel momento decidieron matarle, y lo hicieron crucificar unos días más tarde! ¡Lee Mateo 23!
¡Esos y otros muchos ejemplos de la Biblia dejan claro que hay ocasiones en que hay que enojarse, y que tal «indignación justa» es de Dios! La misma Palabra de Dios nos dice: «¡Airaos pero no pequéis!» (Efesios 4:26) O sea, que el Señor nos enseña que de hecho debemos enojarnos, siempre y cuando sea por razones justas y por motivos justos. Como por ejemplo contra la hipocresía, contra las injusticias, o si hacen daño o abusan de inocentes. ¡Tal ira piadosa debería motivarnos a tratar de corregir las injusticias, deshacer entuertos y tomar medidas positivas para solucionar situaciones injustas!
Esa es la diferencia entre la ira inspirada por Dios y la «ira del hombre», de la cual dice la Biblia: «La ira del hombre no obra la justicia de Dios.» (Santiago 1:20) Pero la ira justa, la ira inspirada por Dios, produce buenos resultados.
Cómo controlar la ira
Desgraciadamente, no nos enojamos generalmente por razones tan nobles como las arriba mencionadas. Con frecuencia nuestra ira es fruto de nuestra preocupación por nosotros mismos, del egoísmo. No conseguimos que las cosas salgan como queremos, nos han ofendido en nuestro orgullo o nos parece que de alguna forma nos han menospreciado o maltratado, y por eso nos exasperamos, molestamos y enojamos.
¡Cuando te des cuenta y reconozcas que te estás enojando o alterando de esa manera --y de que evidentemente no es una «indignación justa»-- debes hacer un gran esfuerzo por dominar tal ira en vez de dejar que se desboque el mal genio en forma de palabras o acciones incontroladas! La Biblia dice: «Sea todo hombre pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse.» (Santiago 1:19)
Ser «pronto para oír» equivale a decir «escuchar atentamente». Si puedes escuchar con paciencia lo que pasa y contenerte lo suficiente para pensar y orar a fin de saber cómo hablar y responder, generalmente podrás controlarte y expresar lo que piensas sin peligro. «El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega» (Proverbios 29:11) No hables cuando estés enojado y alterado en tu propio espíritu, sino después de haberte calmado. Las palabras dichas con impaciencia nunca ayudan a juzgar una situación con serenidad. El sabio controla su genio. ¡Sabe que la ira es causa de errores, hace daño a las personas a las que queremos y acaba con las amistades!
La ira es una emoción intensa y hay que expresarla de alguna manera. Es natural que no tengan paciencia los que siempre la están perdiendo. Es cierto que manifestar ira apasionada y violentamente --gritando, con palabras bruscas y alterándose-- obtiene resultados, ¡pero éstos generalmente no son muy positivos! ¡«Subirse por las paredes», como dicen, no es una buena manera de subir de posición! ¡Y, «los que montan en cólera siempre se caen»!
Claro que en este caso nos referimos a la «ira del hombre», la que nosotros mismos generamos en nuestro espíritu, no a la indignación justa inspirada por el Señor. Porque si te mueve una indignación justa, tus palabras bruscas y sentimientos alterados pueden lograr resultados positivos y puedes mover a otras personas haciéndolas conscientes del pecado, el mal o las injusticia que te han provocado a ti! Como le dijo el Señor a su profeta Isaías: «¡Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como trompeta y anuncia a mi pueblo sus pecados!» (Isaías 58:1)
La Palabra de Dios nos llega a decir: «Los que amáis al Señor, aborreced el mal.» Y: «El temor del Señor es aborrecer el mal, la soberbia, la arrogancia y el mal camino.» (Salmo 97:10; Proverbios 8:13) Si de veras amas y temes al Señor, tienes auténtica convicción y entusiasmo inspirado por Dios, no te quedarás cruzado de brazos sin decir nada ni reaccionarás con pasividad ante grandes males, fechorías e injusticias, sino que darás la cara hablando en contra de esas cosas. ¡Con enojo si es necesario!
Semejante ira justa es saludable y hay que expresarla. El profeta Jeremías, cuando vio la rebelión e iniquidad de su descarriado pueblo, dijo: «¡Estoy lleno de la ira del Señor! ¡No me puedo contener!... ¡Si dijera: 'No me acordaré más de El ni hablaré más en su nombre', su Palabra es en mi corazón como fuego ardiente metido en mis huesos! ¡Estoy cansado de contenerlo, ciertamente no puedo!» (Jeremías 6:11; 20:9) (Ver también «¡Fuego para hablar de Dios!», página 431)
Pero si sabes que tu ira no es sino resultado de que te han ofendido en tus sentimientos o tu orgullo, todavía tienes que hacer algo al respecto si se te ha acumulado en tu interior. Pero como ya te hemos indicado, por lo general es muy imprudente desfogar tal cólera en los demás.
Una solución cuya efectividad muchos han comprobado es canalizar por otro lado la ira. Canalizar la energía acumulada que ha generado la ira, por ejemplo cortando la hierba, trabajando en el jardín, dando un paseo, haciendo ejercicio, lavando el auto, etc., aparta la mente de lo que nos enojó en un principio, dándonos así tiempo para calmarnos, pensar y orar en busca de una solución al problema.
Claro que hay muchos cristianos que sienten remordimiento cuando se enojan, y por eso tratan sencillamente de no pensar en que están enojados y fingen no estarlo. ¡Pero no hacer caso de la ira sería como tomar el cesto de la basura lleno de papeles ardiendo y esconderlo en el armario! Es cierto que el fuego puede terminar apagándose, ¡pero lo más probable es que termine incendiando la casa! ¡La ira acumulada que no se manifiesta es mala para la salud y se ha demostrado clínicamente que produce toda clase de trastornos que van desde las úlceras a la ansiedad y desde los dolores de cabeza a la depresión nerviosa!
¡Así que, si reconoces que te estás enojando de forma irrazonable con alguien, procura confesarlo antes de descontrolarte! Por ejemplo, si la conversación se está poniendo acalorada y te estás poniendo un poco tenso, podrías decirle a la otra persona: ¿Sabes? La conversación está tomando tal cariz que creo que estoy empezando a alterame. No quiero enojare, y sé que tú no quieres que me enoje, de modo que tal vez podríamos detenernos a orar y reiniciar la conversación más tarde, después de que le hayamos pedido al Señor que nos ayude a resolver la situación.» ¡Esa es una manera excelente de reaccionar, confesar tu ira de tal manera que la otra persona sepa que te estás enojando, pero sin hacer que se enoje también! Puedes decirle: «Perdona, me estoy alterando. ¿Qué podemos hacer para arreglarlo? ¿Podrías orar conmigo?»
¡Si ya es tarde y te has enojado con una persona, no dejes que el orgullo te impida pedir perdón! ¡El mal genio mete a la gente en problemas, pero el orgullo la hace que siga teniendo esos problemas! ¡Y si una persona se ha enojado injustificadamente contigo, perdónala!
¡El mejor remedio para un temperamento brusco es una oración pausada! ¡Si te cuesta dominarte, ora pidiéndole a Jesús que te ayude! ¡Hasta puedes pedirles a otras personas que oren en grupo por ti, porque la oración en grupo es muy efectiva! ¡Apréndete de memoria versículos que hablen de la ira y de cómo debemos comportarnos los cristianos unos con otros! Proverbios 16:32 dice: «¡Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, y el que domina su temperamento que el que conquista una ciudad.» ¡Pídele a Jesús hoy mismo que te ayude! ¡El nunca falla! (Ver también «Argumentos contra las discusiones, en la página 537, y «¡Cómo superar los vicios!», en la 727.)
Por supuesto, hay ocasiones en que nos enojamos o alteramos justificadamente con alguien, como por ejemplo cuando nos hace daño adrede y a propósito o se lo hace a otros. Jesús dijo: «Cualquiera que se enoje contra su hermano sin causa, será reo de juicio» (Mateo 5:22, traducción directa de la versión inglesa King James), lo cual demuestra que a veces hay una «causa» o razón para estar enojado, incluso con el propio hermano. Por eso dijo el Señor: «Si tu hermano peca contra ti, repréndele, y si se arrepiente, perdónale.» (Lucas 17:3) Según el diccionario, «reprender» significa «censurar, amonestar».
Pero recuerda que el amor, la humildad y la oración resuelven todos los problemas, y que «en la medida en que perdones a los demás sus pecados, así te perdonará tu Padre celestial los tuyos.» (Mateo 6:14,15) ¡Y «hazles a los demás como quieras que hagan contigo» (Mateo 7:12), porque ésa es la ley divina del Amor! ¡Que Dios te ayude a tener amor y amabilidad y a perdonar, y a no enojarte ni alterarte sino cuando lo haga el Señor en ti! ¿Amén? ¡Que Dios te bendiga!




Oración para hoy:
Mi lugar favorito
Heme aquí, Señor. Quiero estar junto a Ti. Gracias por este plácido lugar donde puedo sentarme y reposar a Tus pies. Me encanta sentarme aquí y aprender de Ti. Me fascina contemplar Tu rostro, tan cariñoso y tierno.
Evoco el pasado y me cuesta imaginarme cómo era cuando no conocía esta estrecha relación que ahora mantengo contigo. No sé cómo lograba pasar los días sin esa intimidad que hoy disfrutamos los dos. Lo curioso es que Tú siempre estuviste a mi lado. Desde siempre pude haber tenido esta relación tan hermosa que disfruto contigo, pero mis afanes me impedían darme cuenta de ello. Ahora, sin embargo, voy a continuar sentándome aquí mismo a Tus pies, mi lugar favorito, mi rincón sereno, en grata y reposada devoción a Ti.
Gracias por el honor de poder sentarme a Tus pies y aprender de Ti, ser partícipe de Tus Palabras, oír nítidamente Tu voz. Me encantan TusPalabras. Las bebo con ansiedad. Me hacen falta Tus aguas refrescantes para apagar Mi sed y lavarme interiormente.




Hugo, con nuestro amigo Luis, a quien asesoramos espiritualmente
y es lector de nuestra Revista Conéctate.



¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162

domingo, 20 de octubre de 2013

¡COMO SUPERAR LOS VICIOS!

Todos tenemos hábitos, tanto buenos como malos. Cualquier cosa que hagamos automática e inconscientemente, o sin decidir específicamente hacerla, es un hábito. Los buenos hábitos o costumbres, como por ejemplo ser ordenado, ser cortés y bien educado, etc., son de mucha ayuda. Pero cuando las costumbres que hemos adquirido son malas o destructivas y vemos que nos resulta difícil o casi imposible cambiar, se llaman vicios.
Existe una historia verídica de un hombre que era dueño de un águila y la tuvo encadenada a una estaca durante muchos años. Con el curso de los años, el águila había llegado a abrir un surco en la tierra de tanto dar vueltas alrededor de la estaca. Ya se estaba haciendo vieja y el amo se compadeció y pensó: «¡Como no le falta mucho de vida, voy a ponerla en libertad!» Y quitándole la anilla de la pata, la tomó en la mano y la lanzó al aire. Pero, ¿qué crees que sucedió? ¡La vieja águila se había olvidado casi por completo de cómo se volaba! ¡Dando unos cuantos aletazos, bajó nuevamente al suelo, se acercó al surco y se puso a dar vueltas sobre él siguiendo la rutina que había tenido durante años! ¡No estaba sujeta con ninguna cadena ni argolla! ¡Lo hacía simplemente por la fuerza de la costumbre!
¡Se ha dicho que las cadenas de las malas costumbres son tan débiles que no se sienten hasta que son tan fuertes que no se pueden romper! ¡Pero el Señor sí las puede romper! Y que «los hábitos son como sogas: cada día se teje un hilo más hasta que al final son irrompibles.» Ambas cosas son muy ciertas.
¿Cuántas veces has intentado deshacerte de un mal hábito y te has visto prácticamente impotente para deshacerte de él o para dejar de hacer tal cosa, por mucho que intentaras hacer uso de tu fuerza de voluntad en contra de ello? Lo cierto es que todos somos débiles y muy humanos y fallamos en algún sentido, y somos susceptibles a muchos problemas diversos que pueden convertirse en vicios y malos hábitos.
Lo que la mayoría de la gente no comprende es que con frecuencia un vicio o una mala costumbre es algo más que una simple reacción natural que tenemos inculcada. Cuando se tiene cierta debilidad y se la consiente y se cede a ella durante un tiempo bastante prolongado, muchas veces hay espíritus malos (demonios) que son causantes de dichos hábitos, y que los aumentan y tratan de mantenernos esclavizados a ellos, y más si son hábitos malos y nocivos para nosotros o nuestra salud, o para nuestra relación con los demás.
Según la Palabra de Dios, es indudable que hay demonios que fomentan ciertos pecados y vicios con la intención de destruirnos por medio de ellos. Como por ejemplo demonios de gula, demonios de alcohol, droga y tabaco, demonios de juego, demonios de perversiones sexuales, de homosexualidad, etc. Esos son algunos de los vicios más evidentes, ¡pero muchos no se dan cuenta de que cosas como el odio, el sentimiento de culpa, el rencor, la preocupación, el orgullo, la envidia, los celos, la santurronería, el temor, decir mentiras y engañar, son también malas costumbres y vicios, y las fuerzas espirituales que atan a las personas a ellos pueden ser igual de intensas y destructivas que la adicción que impulsa a algunos irresistiblemente a jugar, consumir drogas o abusar del alcohol!
Hay demonios que intentan hacerle daño a uno y destruirlo en casi todas las facetas de su vida si uno se lo permite. Eso sucede sobre todo si se tiene alguna tendencia o pecado asediante en algún sentido, como por ejemplo una gran inclinación a ser envidioso o a criticar a los demás. O si se tiene debilidad por el alcohol o alguna otra cosa. El enemigo puede aprovechar eso para tentarlo a uno constantemente.
El alcoholismo es un vicio que ha atormentado a la humanidad durante miles de años, y aunque beber vino con moderación era muy común en tiempos bíblicos, la Biblia habla mucho en contra del abuso constante y exceso de vino y otras bebidas alcohólicas. Ver Proverbios 20:1, 21:17, 23:29-35, 31:4, Efesios 5:18, Tito 2:3. El Señor no sólo te puede liberar del espíritu que produce el alcoholismo, sino que también te puede dar las fuerzas para seguir resistiéndolo una vez te ha librado.
¡Todos sabemos naturalmente que la nicotina y el alquitrán del tabaco son muy perjudiciales para la salud y que se ha demostrado que son una causa importante del cáncer! Los mismos fumadores reconocen en su mayoría que fumar es un vicio y una mala costumbre, pero la cosa es, ¿cómo pueden dejar de hacerlo? ¡Porque puede crear un hábito muy difícil de quitar! El remedio es orar muy seriamente para que el Señor lo libere a uno de la dependencia física de la nicotina y reprendiendo los malos espíritus que podrían estar aumentando y agravando la adicción. ¡Pídele al Señor que te libere y lo hará!
Las drogas también causan un hábito difícil de quitar y son muy perjudiciales. Eso no sólo sucede con las drogas ilícitas sino también con los medicamentos «legales» recetados que compran millones de personas en la farmacia. ¡Muchos producen hábito y, sean cuales sean sus «efectos beneficiosos» --sea evadirse de la realidad o aliviar el dolor-- casi todos tienen efectos secundarios negativos, son perjudiciales y caros! Pero hay una buena noticia: ¡el Señor ha librado a incontables miles de personas de la adicción a todo tipo de drogas! ¡Milagrosamente! ¡Y en muchos casos sin los síntomas que se tienen cuando se deja la droga!
El juego es un vicio que produce tanto hábito como el alcohol o las drogas, y es un ejemplo claro de malos espíritus que lo impulsan a uno a jugarse un dinero que ha ahorrado con mucho esfuerzo al número que salga en los dados, lo que indique la ruleta, la velocidad de un caballo o una partida de cartas al azar. La razón del juego es que se puede ganar dinero fácilmente sin esfuerzo, que es exactamente lo contrario de los valores de diligencia, esfuerzo y ahorro que enseña la Biblia. Asimismo, depender de la suerte es depender de las bendiciones del Diablo. ¡Ya está bastante mal que uno se arriesgue a jugar, pero si se le da bien o tiene suerte, necesita más liberación todavía!
A muchos cristianos que condenan santurronamente a los que están atrapados en vicios evidentes como el alcoholismo, las drogas o perversiones sexuales les parece lo más normal comer en exceso y estar obesos. Pero la gula, el impulso irremediable de comer, es con frecuencia un hábito que tiene causas espirituales, y hace falta mucha oración y determinación para deshacerse de un hábito tan malo y tan fuerte. Muchas veces, la gula o glotonería es un hábito tan terrible como las drogas o el alcoholismo, y la Palabra de Dios hace muchas advertencias en contra de ella. Ver Proverbios 23:2, 20- 21; 1a de Pedro 4:3)
A propósito de santurronería y del espíritu de criticar y censurar a los demás, son problemas espirituales y vicios muy graves también. Si ves que siempre estás juzgando, criticando y menospreciando a los demás, y te crees mejor que ellos, tienes que orar sin falta para librarte de los espíritus negativos que producen división y te hacen ser de esa manera.
La santurronería está muy estrechamente relacionada con el orgullo, y proviene directamente de él. ¡Y aunque a todos nos asedia el pecado del orgullo y nos estimamos y preocupamos por nosotros mismos, el Enemigo de nuestra alma puede muchas veces aprovechar dicha debilidad humana natural aumentándola hasta convertirla en el más grave de los problemas! El orgullo es la raíz de todo pecado, y fue lo que originó la caída de Satanás. (Isaías 14:12-15) ¡El Señor detesta el orgullo! (Proverbios 6:16-17)
Otros dos vicios comunes que tienen innumerables millones de personas son el odio y el rencor. Como sucede con los demás pecados de la mente y del corazón, son indudablemente debilidades causadas por malos espíritus. Si quieres saber lo que dice la Biblia del rencor o amargura, lee Efesios 4:31; Colosenses 3:19; Hebreos 12:15 y Santiago 3:14-15. Para saber lo que dice del odio, lee Proverbios 10:12, 15:17; 26:26; Gálatas 5:19-21. Esos malos hábitos, no solamente son dañinos y hasta peligrosos para los demás, sino que la ciencia médica ha demostrado que producen toda clase de enfermedades psicosomáticas a los que guardan rencor u odian porque segregan verdaderos venenos en el torrente sanguíneo.
El temor y la preocupación son emociones negativas relacionadas que causan una cantidad increíble de efectos negativos en quien está atormentado por ellos. Tener mucho temor o estarse preocupando constantemente es por lo general algo más que un hábito arraigado o un trauma que acarreamos desde la niñez. El temor en particular es una esclavitud terrible, y la Biblia dice claramente: «¡No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio!» (2a a Timoteo 1:7) Ver también Proverbios 29:25; Lucas 21:26; Hebreos 2:15; 1a de Juan 4:18.
 La sensación de culpabilidad o remordimiento tiene también un claro origen espiritual y está causada por el Diablo, al que la Biblia llama «el acusador de los santos». (Apocalipsis 12:10) La gente generalmente sufre complejos de culpabilidad porque, o bien desobedece y tiene «una horrenda expectación de juicio (castigo)» (Hebreos 10:27), o porque «su conciencia es débil», y por tanto susceptible a las mentiras del Enemigo. (1a a los Corintios 8:7; Tito 1:15) ¡El remedio para un hábito tan opresivo es estudiar la verdad de la Palabra de Dios para saber qué es lo que está mal y qué es lo que está bien, y luego obedecer y hacer lo que está bien! (Hebreos 10:22; Juan 15:3)
Algunos tienen una costumbre irresistible de mentir o engañar. La Biblia deja claro que ése también es un vicio peligroso. Si quieres leer versículos de la Biblia sobre la mentira, mira Salmo 119:163; Proverbios 6:16-17, 10:18, 12:22, 13:5, 26:28; Efesios 4:25. Si quieres leer versículos sobre engañar, mira Proverbios 12:5,17, 14:8,25, 26:24. Podríamos enumerar muchas malas costumbres y vicios más, pero con los anteriores ya tienes unos cuantos ejemplos de algunos de los más corrientes. Pero no olvides que toda costumbre mala o negativa que te perjudica a ti o a los demás es un vicio, y es muy posible que el causante sea el enemigo de tu alma y lo esté utilizando para tratar de derrotarte o hacerte las cosas más difíciles.
Si eres cristiano, los espíritus malos no te pueden poseer de forma permanente, pero sí pueden tratar de meterte en la cabeza pensamientos que te motiven a hacer lo que no debes. Tratan de influir en tus pensamientos y tu espíritu, y de hacer que cedas a dicha influencia. Si no consiguen que cedas a su influencia ni decidas hacer su voluntad, se adueñan de ti y te tienen prácticamente atado por medio de vicios o malos hábitos. Si adquieres un mala costumbre y siempre la estás practicando, puedes terminar totalmente derrotado, hasta el punto de que obedezcas y escuches más al Diablo que a Dios.
Hasta los cristianos nacidos de nuevo que aman al Señor pueden ser a veces víctima de malos espíritus. No pueden estar poseídos en todo momento, pero sí oprimidos o sometidos a la influencia de ellos. El cristiano es propiedad del Señor, quien lo posee es el Señor y su Espíritu. Pero claro, si tienes algún pecado que te asedia, si hay algún rincón oscuro en tu vida o una mala costumbre que no estás dispuesto a someter al Señor, el enemigo te puede molestar y atormentar en ese sentido. Puede aprovechar eso para debilitarte o derrotarte en ese aspecto de tu vida en particular. Por eso dice la Palabra de Dios: «¡Ni deis lugar al Diablo!» (Efesios 4:27) La Escritura los llama «pecados que nos asedian», porque se deben a espíritus que nos atacan, son «pesos» de los que debemos «despojarnos». (Hebreos 12:1)
Si le «das lugar» al Enemigo en tu vida, es como si tuvieras un inquilino malo en tu casa: no es que se haga el amo de la casa, sino que te molesta y te da problemas, y te causa toda clase de daños. Le dices varias veces que se vaya y no te hace caso, ¡hasta que al final, apoyado en la autoridad de la ley --en este caso la autoridad de la Palabra y el nombre de Jesús, lo expulsas a patadas! ¡Si no, no se marcharía!
¡Es lamentable que haya tantos cristianos que dejen pasar tanto tiempo sin librarse por completo de vicios y malas costumbres que tienen muy arraigados! Puede decirse que los albergan y les permiten que se queden sin deshacerse realmente de ellos. No reconocen que sus problemas son espirituales además de físicos, y por eso no adoptan una autoridad espiritual contra dichos espíritus reprendiéndolos y deshaciéndose de ellos.
Lo primero que hay que hacer es estar dispuesto a reconocer que una fuerza espiritual te está aprisionando en ese vicio, y debes desear liberarte hasta tal punto que no sólo estés dispuesto a confesárselo al Señor y clamar pidiéndole a El ayuda, sino que tienes que estar dispuesto a confesarles a los demás que necesitas ayuda y oración para superar esa debilidad y mal hábito. Porque algunos vicios ejercen un control tan grande sobre las personas, incluso sobre los cristianos, que las vuelven prácticamente impotentes para combatirlos por sí mismas.
¡Si tienes algún problema grave de ese tipo y no consigues librarte orando por tu cuenta o tratando de resistir por ti mismo ese vicio, tienes que hablar con otros cristianos que estén llenos del Espíritu a quienes conozcas y en quienes puedas confiar, y decirles que tienes un problema grave y quieres que oren en grupo por ti! Jamás debes avergonzarte de pedir ayuda u oración cuando lo necesites.
No olvides que la Palabra de Dios dice: «Uno puede perseguir a mil, pero dos pueden hacer huir a diez mil» (Deuteronomio 32:30), y es de mucha ayuda tener a alguien contigo para orar cuando te sientas oprimido, agobiado o atacado por el Enemigo. «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.» Y, «si dos de vosotros se pusieran de acuerdo acerca de cualquier cosa que pidieran, les será hecha por mi Padre que está en los Cielos.» (Mateo 18:19-20)
«Si está alguno enfermo entre vosotros (no sólo física, sino también espiritualmente), llame a los ancianos de la iglesia y oren por él, y la oración de fe salvará al enfermo. Y si ha cometido pecados le serán perdonados. Confesad vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados.» (Santiago 5:14-16) Al orar, cita y recuérdale al Señor las promesas que ha hecho en su Palabra. Recordarle a Dios su Palabra es señal de que se tiene fe en ella. El ha prometido cumplir su Palabra, de modo que recuérdasela, aférrate a sus promesas, apréndetelas de memoria y cítalas continuamente, y no dudes por un momento que Dios va a contestar. ¡Y contestará! ¡Tiene que hacerlo! ¡Si sinceramente deseas librarte y oras pidiendo una auténtica victoria sobre tus malos hábitos, el Señor te ayudará! ¡Jesús nunca falla! Siempre responde cuando se clama a El de todo corazón.
¡«Toda potestad me es dada en el Cielo y en la tierra», dijo Jesús (Mateo 28:18), y como tenemos a Jesús, tenemos su poder, de forma que hasta los espíritus malos y los demonios nos están sujetos! (Mateo 10:1, Lucas 9:1, 10:17-19, Hechos 8:7) ¡Si tus malos hábitos son obra de potencias demoniacas, puedes reprenderlos en el nombre de Jesús y no tienen más remedio que irse!
Para superar un vicio o una mala costumbre, lo primero que tienes que hacer es librarte de la fuerza espiritual causante de dicho mal hábito. Es posible que antes de que te libres, el espíritu que te ata tenga control, ¡pero una vez te hayas librado, tendrás las fuerzas para resistirlo y evitar que vuelva!
Pero aun después de haber orado, a veces hace falta un poco de tiempo para liberarse por completo del hábito. Aunque te has librado del espíritu, la costumbre todavía está arraigada en ti, y es posible que el espíritu intente volver tentándote por un tiempo aprovechándose de tu debilidad o tendencias en ese sentido. Y más si cierta debilidad o vicio es una costumbre o un problema que has tenido durante años. Eso te hace mucho más susceptible a los ataques en ese sentido. Así que es posible que durante algún tiempo después de la oración sigas teniendo algunas batallas todavía. ¡Pero no te des por vencido! Hay que luchar mucho para superar un hábito que ha estado arraigado durante años, pero tienes que resistirte contra el mismo hecho de pensar en hacer esas cosas otra vez. ¡Reprende la sola idea de la tentación, cita las Escrituras y alaba constantemente al Señor!
Si tienes tentaciones, la culpa no es tuya. Nadie puede evitar tener tentaciones, ¡pero no tienes que caer en ellas! «¡No puedes evitar que vuelen los pájaros sobre tu cabeza, pero que puedes evitar que aniden en el pelo!» ¡Ataca al Diablo devolviéndole el golpe cada vez que pruebe sus tácticas contigo! ¡El Diablo sólo puede ganar si tú te rindes! Mientras no dejes de luchar, nunca podrá ganar! «¡Resistid al Diablo y huirá de vosotros!» (Santiago 4:7) En tanto que sigas resistiéndolo, tendrá que seguir huyendo. Pero si dejas de resistirlo, se valdrá de sus mentiras, tentaciones y medios de persuasión para ganar. Cuando el Diablo tentó a Jesús, el Señor lo combatió a base de versículos! (Lucas 4:1-13) ¡De modo que cita la Palabra de Dios y reprende al Enemigo!
Hay transformaciones que son instantáneas, de la noche a la mañana, pero otras llevan tiempo. No te puedes deshacer necesariamente de algunos hábitos en un día, porque el Enemigo no cede voluntariamente un terreno que ha tenido tanto tiempo controlado. Cuando alguien ha tenido una debilidad y canales abiertos al enemigo, éste intenta volver si puede. Pero si continuamente estás orando y pidiéndole al Señor que te proteja, te libre y te dé una victoria total, e invocas y citas su Palabra, El lo hará! «¡A quien el Hijo libera es verdaderamente libre! (Juan 8:36)
Una de las mejores formas de protegerte es estar siempre ocupado sirviendo a Dios y al prójimo, haciendo lo que sabes que es tu obligación, y al mismo tiempo ocupar la mente y el corazón con pensamientos positivos, alentadores, fortalecedores y edificantes de Su Palabra, recordándola, memorizándola y citándotela constantemente a ti mismo y hasta al Enemigo cuando te ataque. ¡Y «ora sin cesar»! (1a a los Tesalonicenses 5:17) Como dice un poema: «¡El Diablo sale disparado cuando ve al más débil de los santos arrodillado!»
«Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros (Jesús) que el que está en el mundo (el Diablo).» (1a de Juan 4:4) ¡El poder del Señor es mucho mayor, y puede romper todas las cadenas que te puedan aprisionar!
¡Sea cual sea tu mala costumbre, Jesús te puede liberar! , ¿eres libre? ¿O necesitas ayuda? «¡Pide y se te dará!» ¿Amén?

*  *  *

A continuación te damos un ejemplo de una oración que puede serte útil rezar para librarte, ya que no sólo te ilustra cómo puedes clamar al Señor para que te ayude a superar ciertos vicios, sino también cómo puedes invocar y citar versículos mientras reprendes al Enemigo:
Oración de liberación: 
¡Señor Jesús, en este momento te invoco a Ti con todo mi corazón para pedirte, mediante el poder de tu Espíritu Santo que me liberes de la tremenda atadura que ejerce en mi vida este vicio! ¡Jesús, dijiste en tu Palabra que mayor es el que está en mí (¡ en mi corazón, Señor!) que el que está en el mundo (el Diablo)! ¡Por eso, que eres más poderoso que el Enemigo y puedes superar este vicio! Tú dijiste: «Toda potestad me es dada en el Cielo y en la tierra», y: «¡Si pidiereis cualquier cosa en mi nombre, Yo la haré!» ¡Por eso, te pido en este momento, Jesús, que sueltes toda atadura que tenga el Enemigo en mi vida y destruyas el poder de esta mala costumbre! ¡Reprendo al Diablo y toda su influencia en este momento, en el nombre de Jesús!
Tu Palabra dice: «No deis lugar al Enemigo», ¡y no quiero nada que no sea de Ti, Jesús! Tus discípulos dijeron: «¡Aun los malos espíritus nos están sujetos!». ¡Así pues, invoco esa promesa, reivindico esa autoridad espiritual sobre el poder del Enemigo, ahora mismo! ¡Y reprendo al Diablo en el nombre de Jesucristo! Reclamo tu promesa, Señor: «¡Resistid al Diablo y huirá de vosotros!» ¡Te resisto, Satanás, en el nombre de Jesucristo! ¡Te ato y rechazo toda influencia tuya en mi vida, todo poder que puedas tener sobre mí, en el nombre de Jesús!
¡Jesús, Tú has prometido que cuando clamemos a Ti de todo corazón, Tú nos responderás! ¡Jesús, estoy clamando a Ti con todo mi corazón para que me libres! ¡Cuento con que lo hagas! Tú has prometido que todo lo que atemos en la tierra será atado en el Cielo, y que todo lo que soltemos en la tierra será soltado en el Cielo. ¡Por eso, ato el poder del Enemigo en tu nombre y suelto la atadura que tiene sobre mí, y te pido que lo arrojes lejos de mí para nunca volver! ¡En el nombre de Jesús! ¡Lo doy por hecho, Señor! ¡Gracias, Jesús! ¡Gracias por liberarme! ¡Ayúdame ahora a adoptar una postura de fe contra las maquinaciones del Enemigo! ¡Te ruego que me des fuerzas espirituales para hacer lo que esté de mi parte para resistir la tentación, y a seguir siempre libre de estas costumbres tan arraigadas, Señor! ¡En el nombre de Jesucristo! ¡Amén




Oración para hoy:
Una existencia fascinante
Te adoro, Jesús. Necesito Tu amor. Tiene un valor indecible para mí. Gracias por el maravilloso Espíritu que constituye Tu esencia, que nos abriga y nos proporciona esa cálida sensación de pertenencia, de que somos necesarios, de que somos parte de algo grande, parte de una existencia fascinante, parte de la vida. Por ello, te doy gracias. Gracias por la hermosa vida que nos has concedido y confiado.
Gracias por manifestar Tu amor en nuestra vida de innumerables maneras. La vida está repleta de enseñanzas, y nos queda mucho que aprender. Sin embargo, procuras enseñarnos a luchar y acudir a Ti y a Tu Palabra en busca de las soluciones y la orientación que necesitamos. Además, nuestros problemas no son nada comparados con los que sufren la desdicha de no conocerte.
Gracias, un millón de gracias por sostenerme en Tus manos y cuidar de mí todos los días sin falta.




Hugo, con nuestra amiga Anavela, a quien asesoramos espiritualmente
y es lectora de nuestra Revista Conéctate.

¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162

lunes, 14 de octubre de 2013

Vive con generosidad

Recopilación

Se te ha tratado con generosidad. Así pues, vive con generosidad.  Mateo 10:8[1]
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La dadivosidad nos lleva a disfrutar de una relación más saludable con lo que poseemos y con el mundo material en que vivimos. Aunque nos gusta ganar dinero, también gozamos de otras cosas, entre ellas el amor de nuestra familia, el sentido de pertenencia a la comunidad y de trascendencia, la satisfacción de alcanzar nuestras metas, de contribuir y de servir. Nos agrada influir positivamente en la vida de otras personas. El asunto es cómo mantener un equilibrio y una perspectiva adecuados. ¿Cómo podemos cubrir bien nuestras necesidades elementales de alimentación, techo, educación y salud, y a la vez dar sentido a nuestra vida? ¿Cómo podemos hacer para no preocuparnos tanto de cosas que en última instancia no nos satisfacen y cultivar más bien aquellas que sí nos gratifican? La práctica intencional de la generosidad contribuye a darnos una buena escala de prioridades.
La dadivosidad es un reflejo de la naturaleza divina. Damos porque hemos sido formados a imagen y semejanza de Dios, cuya naturaleza esencial es generosa. Fuimos creados con la impronta de la naturaleza divina en el alma. Estamos hechos para ser sociables y compasivos, vincularnos afectivamente, amarnos unos a otros y ser generosos. La esplendidez de Dios es parte inherente de nuestra naturaleza. Así y todo, caemos en la ansiedad y el temor, influidos por una cultura que nos lleva a creer que nunca tenemos suficiente. Dios envió a Jesucristo para reconciliarnos consigo mismo y con nuestra sencillez original. Al adoptar ese «sentir que hubo también en Cristo Jesús»[2], nos liberamos. Crecer en la gracia de la dadivosidad es parte del peregrinaje cristiano por la vida, en respuesta al llamado de Dios a dejar huella en este mundo.  Robert Schnase[3]
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La misericordia nos trae perdón.
El perdón hace que florezca la gratitud.
La gratitud nos lleva a la generosidad.
La generosidad nos acerca más a la dulzura.
La dulzura nos enriquece dándonos amor…
Y el perfecto Amor nos da paz.  Guillermo
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Den, y recibirán. Lo que den a otros les será devuelto por completo: apretado, sacudido para que haya lugar para más, desbordante y derramado sobre el regazo. La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio.  Lucas 6:38[4]
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No hace falta ser millonario para dar de lo que se tiene. No hay un solo hijo de Dios que no esté en condiciones de dar algo para ayudar a personas menos favorecidas. Aunque te parezca que no te lo puedes permitir, o aunque no puedas dar mucho al principio, ten presente que Dios bendice a los dadivosos. Si no eres rico, con mayor razón deberías practicar la generosidad: así Dios podrá bendecirte y multiplicar lo que tienes.
La economía de Dios y la del mundo se rigen por principios contrarios. En el mundo, lo normal es pensar: «Cuando tenga millones, entonces comenzaré a dar». El Señor, en cambio, nos exhorta: «Comienza dando lo que tienes ahora, que Yo te daré más». El hombre dice: «Yo primero. La primera ley de la naturaleza es el instinto de conservación». Por contraste, Dios dice: «Preocúpate primero de Mí y de los Míos, y Yo cuidaré de ti»[5]. La persona que da nunca es pobre. El que reparte con generosidad aunque tenga bien poco no puede ser pobre, pues Dios lo bendice con mucho más.
Dios ha establecido que para llegar a disfrutar de abundancia es preciso dar abnegadamente de lo que se tiene. Cuanto más compartas lo que tengas, más te prodigará el Señor y más tendrás para compartir. La caridad y la generosidad enriquecen.  David Brandt Berg
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El que es generoso prospera; el que reanima será reanimado.  Proverbios 11:25[6]
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San Francisco de Asís afirmó: «Todo lo que obtienes, te separa de los demás; todo lo que das, te une a los demás». El corazón del desinterés es la generosidad. No solo ayuda a unir al equipo; también contribuye a que el equipo avance.  John C. Maxwell
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Crear un puente entre tu espiritualidad y tu trabajo significa que incluyes en tu trabajo cotidiano la esencia de quién eres y lo que crees. Significa que si la bondad, paciencia, honestidad y generosidad son cualidades espirituales en las que crees, que te esfuerzas para ponerlas en práctica en tu trabajo. Tratas a la gente con bondad y respeto. Te esfuerzas al máximo por ser una persona generosa: con tu tiempo, dinero, ideas y amor.
En un día cualquiera, tienes muchísimas oportunidades de poner en práctica la paciencia, actos de bondad y perdón. Tienes tiempo para los pensamientos amorosos, sonreír, abrazar a otros y poner en práctica la gratitud. Puedes escuchar con mayor atención. Puedes tratar de manifestar compasión, en particular a personas difíciles o bruscas y desagradables. Puedes poner en práctica tu espiritualidad en casi todo lo que hagas.  Richard Carlson[7]
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—Llévale esto a la pobre viuda que vive en las afueras del pueblo —dijo el viejo zapatero alemán a su aprendiz mientras le entregaba una cesta con hortalizas caseras.
El zapatero trabajaba arduamente en su oficio y cultivaba su pequeña huerta para poder salir adelante económicamente. Sin embargo, diríase que siempre regalaba lo poco que tenía.
—¿Cómo puedes darte el lujo de regalar tanto? —le preguntaron.
—En realidad no regalo nada —respondió—. Se lo presto al Señor y Él me lo devuelve con creces. Me avergüenza que la gente piense que soy generoso cuando recibo tanto a cambio. Hace mucho tiempo, siendo yo muy pobre, conocí a alguien que era más pobre que yo. Quería darle algo, pero no veía cómo podía darme ese lujo. Pese a ello, lo hice y el Señor me ayudó. Siempre he tenido trabajo y mi huerto es fértil. Desde entonces, nunca titubeo cuando sé de alguien que está pasando necesidad. Aunque regalara todo lo que tengo, el Señor no me dejaría morir de inanición. Es como tener dinero en el banco, solo que en este caso, el banco —el banco del Cielo— nunca quiebra, y cobro los intereses todos los días.  Anónimo
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Es imposible ayudar a todos los pobres, pero por lo menos podemos ayudar a aquellos con los que tenemos contacto, y sobre todo a los que nos prestan algún servicio. A mí nunca me ha parecido que el dar propinas sea en modo alguno un despilfarro o un derroche de dinero. Siempre me ha parecido que dar propinas generosas no solo es una ayuda para la persona a la que se la doy —y lo cierto es que necesita ese dinero— sino que además tengo el deseo de hacerlo y lo disfruto.  David Brandt Berg
*
Según reza la leyenda, había un monasterio cuyo abad era muy generoso. Jamás negaba alojamiento a un mendigo y siempre daba todo lo que podía. Lo extraño del caso es que cuanto más daba, más próspero se volvía el monasterio.
Al morir el viejo abad, fue sustituido por otro de naturaleza totalmente opuesta. Era mezquino y amarrete. Un día llegó un anciano al monasterio pidiendo alojamiento. Aducía que años antes ya le habían dado resguardo una noche. El abad se lo negó, alegando que el monasterio ya no podía darse el lujo de hacer honor a su otrora hospitalidad.
—Nuestra abadía ya no puede ofrecer pensión a los extraños como lo hacíamos cuando éramos más prósperos. Ya nadie hace ofrendas para nuestra obra.
—No me sorprende —dijo el anciano—. Creo que se debe a que echaron a dos hermanos del monasterio.
—No recuerdo que jamás hayamos hecho eso —respondió el abad desconcertado.
—Sí que lo hicieron —replicó el anciano—. Eran gemelos. Uno se llamaba Dad y el otro Se os dará. Como echaron a Dad, Se os dará resolvió irse también con él.  Anónimo
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No existe un alma generosa que sea pobre. Según las leyes de Dios, Sus leyes económicas, Sus bendiciones y de Su forma de hacer las cosas, nadie que dé generosa y pródigamente todo lo que tiene, aunque sea solo la blanca de la viuda, puede ser pobre. Porque si esas personas lo han dado todo, Dios a ellas les dará todo, ¡así que no podrán ser pobres! Las bendecirá de una forma u otra.  David Brandt Berg
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El amor hace un esfuerzo adicional. El amor es generoso. No pregunta: «¿En qué me beneficio?»  Thomas Lickona
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Todo lo que se da con alegría y generosidad a otro se te devuelve y enrique tu vida de manera inesperada.  Jesús, hablando en profecía.
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Si solo nos diéramos cuenta, mientras aún somos mortales, que día a día construimos para la eternidad, ¡qué diferente sería nuestra vida en muchos aspectos! Cada palabra amable, cada pensamiento generoso, cada obra desinteresada se convertirá en un pilar de belleza eterna en la vida venidera. No podemos ser egoístas y poco cariñosos en una vida, y generosos y amorosos en la siguiente. Las dos vidas se mezclan estrechamente: una es la continuación de la otra.  Rebecca Springer[8]


[1] Traducción de la versión The Message.
[2] Filipenses 2:5.
[3] Five Practices of Fruitful Living (Abingdon Press, 2010).
[4] NTV.
[5] Mateo 6:33.
[6] NVI.
[7] Don’t Sweat the Small Stuff at Work (New York: Hyperion, 1998).
[8] Intra Muros (Within the Gates, 1922).


Cortesía de The Family International.  




Oración para hoy:
Sobreabundancia de bendiciones
Gracias, Jesús, por este día radiante, por el sol y el azul del cielo y, sobre todo, por Tu amor. Eres tan paciente, tan amoroso y comprensivo. Nunca dejas de infundirme tranquilidad y levantarme el ánimo. Es prueba del gran amor que me tienes, pues pese a que me porto mal, nunca me tratas como me merezco.
Te agradezco que no tenga que esperar a llegar al Cielo para conocerte, sentirte y hacerte feliz. ¡Me das muchísimo cada día! Las bellezas de Tu Espíritu colman mi vida y me hacen desbordar por todos lados. Ciertamente renuevas Tus misericordias cada mañana, y mi copa rebosa de bondades. Es imposible más felicidad, más dicha, más bendiciones.




Nathan y Esther, testificando y orando en el parque La Sabana. Pudimos distribuir nuestra revista Conectate a 15 personas quienes recibieron a Jesús en sus corazones.

¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162