(Tomado del Libro de Nehemías)
En el siglo V antes
de Cristo, cuando el pueblo de Dios fue llevado cautivo como castigo por sus
pecados y debido a su rebelión contra Dios, hubo un hombre de fe, constante en
la oración --Nehemías-- que ocupó un puesto de honor como sirviente, el de
portador de la copa del rey Artajerjes de Persia.
Al enterarse Nehemías
de la llegada de Hanani y algunos hombres de Judá que venían de Jerusalén tras
una agotadora travesía de 1.100 km, los invitó al lujoso palacio de Susa.
Ansioso por tener
noticias de su pueblo, Nehemías preguntó acerca de la vida en Jerusalén y Hanani
le hizo un triste recuento de los pesares, el oprobio y el sufrimiento de
quienes habían regresado de su cautiverio. El gran muro de la ciudad aún se
hallaba en ruinas y los portales habían sido consumidos por el fuego, pero
nadie había hecho nada por reconstruirlos.
Al oír esto,
Nehemías lloró y ayunó durante varios días, orando fervientemente. Sabía bien
que aquellos males le habían sobrevenido a Israel debido a sus pecados,
por lo que confesó: "Señor, yo y mi pueblo, y la casa de mi padre,
hemos pecado."
"Señor, hace
muchos años Tú nos advertiste por medio de Tu siervo Moisés que si nos
volvíamos una nación rebelde, Tú nos dispersarías por los pueblos y seríamos
llevados cautivos por nuestros enemigos, y que éstos nos tratarían cruelmente.
Esto se ha cumplido. Pero Señor, Tú también dijiste que si nos arrepentíamos y
nos volvíamos a Ti y guardábamos Tus mandamientos, Tú nos darías Tu bendición y
nos traerías de vuelta a nuestra tierra." (Deuteronomio 4:27-31 y 12:5)
Un profundo anhelo
ardía en el corazón de Nehemías; el de ir a Jerusalén y ayudar a su pueblo.
Pero, ¿de qué manera obtendría un esclavo del rey permiso para ir? Mientras
oraba, pensó: "¡Sin duda, Dios puede obrar un milagro! ¡Te ruego, oh
Señor, que tengas misericordia de mí delante del rey Artajerjes, y me des su
favor!"
Durante los meses
que siguieron, a Nehemías se le hizo cada vez más difícil ocultar su desazón.
Al notar el rey el rostro triste del que siempre había sido un siervo alegre,
le preguntó: "¿Qué es lo que causa este pesar tan grande en tu
corazón?" Nehemías respondió: "Oh rey, ¿cómo no he de estar triste
sabiendo que la ciudad donde se hallan los sepulcros de mis padres se encuentra
en ruinas, y mi pueblo sufre grandes tribulaciones?"
"Pues
entonces, ¿en qué puedo ayudarte?", preguntó el rey. Nehemías oró y
pidió al Señor prudencia. ¡Con toda franqueza, le pidió al rey que lo
enviara a Jerusalén para reconstruir el muro! El rey consideró su petición
durante un momento y luego respondió: "¿Cuándo regresarás?" Nehemías
propuso cierto período de tiempo y el rey accedió. ¡Su oración fue respondida!
Aquellos años de haber servido fielmente al rey motivaron a Artajerjes a
considerar su petición con benevolencia.
Además de darle
cartas de recomendación, Artajerjes nombró a Nehemías gobernador de Judá, y
autorizó al guarda del bosque real que estaba cerca de Jerusalén para que le
diera la madera que necesitaba para la construcción. ¡El rey también le asignó
una pequeña escolta militar para el largo y peligroso viaje!
Al llegar a
Jerusalén, Nehemías inspeccionó el muro en la oscuridad de la noche, ya que
había muchos enemigos que sin duda se opondrían a que las defensas de Jerusalén
fuesen fortificadas. Por tanto, no dio a conocer sus intenciones a nadie hasta
no haber trazado un buen plan.
Cuando llegó el
momento adecuado, reunió a las autoridades, los sacerdotes y los nobles de la
ciudad y les explicó que "la mano de Dios había estado con él" para
reconstruir Jerusalén, haciéndoles saber que había recibido el apoyo del rey.
Todos gritaron jubilosos: "¡Levantémonos y edifiquemos!" La fe
y los ideales de Nehemías avivaron una nueva llama de esperanza en el corazón
de todos los que escuchaban. Antes de su llegada estaban desalentados y
carecían de dirección. Ahora se habían unido para trabajar juntos y con alegría
por una meta común.
Sin embargo, había
muchos enemigos. Tal es el caso de Sanbalat, el horonita, y Tobías el amonita,
a quienes "les disgustaba que viniese alguno para procurar el bien de los
hijos de Israel". ¡Al poco tiempo lanzaron una despiadada campaña de difamación
para desacreditar la autoridad de Nehemías, acusándolo de que "al
fortificar las defensas de Jerusalén, se rebelaba contra el rey!"
Pero Nehemías no se
dejó intimidar. Respondió con fe y convicción: "¡Dios nos prosperará!
¡Nosotros, Sus siervos, reconstruiremos Jerusalén, y ustedes no tienen parte en
ello ni derecho a interferir!" Nehemías organizó de inmediato los grupos
de trabajadores, asignándole a cada familia la reconstrucción de una porción
del muro. Confiaba en que alcanzarían el éxito, "¡porque el pueblo tuvo
ánimo para trabajar!" (Nehemías 4:6)
Al ver los enemigos
de Nehemías que el muro se levantaba día a día, se enfurecieron e
intensificaron su campaña de propaganda. Se burlaban constantemente de él y de
los obreros diciendo: "¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Acaso creen que
llegarán a terminar ese enorme muro? ¡La construcción es tan endeble que si
subiere una zorra por ella, se desmoronaría!" ¡Pero cuanto más insultaban
a Nehemías y a sus hombres, con mayor fervor oraba él, y el Señor lo fortalecía
aún más! Él sabía que la intención de sus enemigos era minar la fe del pueblo a
base de mentiras, ¡pero él y sus hombres continuaron trabajando sin parar!
Finalmente, al ver
Sanbalat y Tobías que el muro estaba casi terminado, decidieron detener el
trabajo infiltrándose secretamente entre los obreros y eliminándolos uno a uno.
De esa forma conseguirían amedrentarlos y desmoralizarlos. Pero al oír rumores
de sus intenciones, en vez de acobardarse, Nehemías adoptó una actitud
resuelta. Armó a los obreros con espadas, arcos y lanzas, y apostó una guardia
permanente durante las 24 horas del día. "¡No temáis delante de
ellos!", gritó. "¡Acordaos del Señor vuestro Dios! ¡Y luchad
por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras
mujeres y por vuestras casas!"
A partir de
entonces, los obreros trabajaban con sus espadas al cinto, y todos los que
acarreaban materiales de construcción trabajaban con una mano y con la otra
empuñaban sus armas. Nehemías estaba tan alerta y tan consagrado a la obra que
él y sus hombres dormían vestidos por si se presentaba algún problema durante
la noche.
Cuando le
informaron a Sanbalat y Tobías que el muro y las puertas estaban ya casi
listas, mandaron un enviado especial a Nehemías diciendo: "Ven y
reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono". Pero Nehemías
sabía que aquella invitación a una supuesta conferencia de paz era una trampa
para hacerle daño. "Hago una gran obra", respondió, "¡y no puedo
ir! ¿Por qué ha de cesar la obra para que yo vaya a vosotros?" (Nehemías
6:3)
El enemigo envió
cuatro mensajes más, pero al ver que Nehemías aún se negaba a reunirse con
ellos, le mandaron una carta abierta en la que le decían que sabían de
"buena fuente" que sus intenciones eran las de sublevarse contra el
rey, y que aquel era el verdadero motivo detrás de la fortificación de
Jerusalén.
¡Amenazaron con
informar al rey de sus "intenciones subversivas" si Nehemías se
negaba a negociar con ellos!
Por aquellos días,
ciertos miembros desleales de la nobleza de Judá actuaban como espías para
Tobías y le informaban de todos los movimientos de Nehemías, y al mismo tiempo
trataban de convencer a éste de la supuesta "bondad" de Tobías. De
esa forma esperaban poder desalentarlo y confundirlo. Sin embargo Nehemías
mantuvo los ojos puestos en el Señor y en su trabajo al tiempo que oraba:
"Señor, tratan de amedrentarnos pensando que estamos debilitados por el
trabajo constante. ¡Señor, fortalece ahora mis manos!" Era cierto
que la gente se había cansado de trabajar bajo la continua andanada de
mentiras y falsedades difundidas por el enemigo, pero la fe
inquebrantable y la perseverancia de Nehemías mantuvo la unidad. La
clave fue que no se apoyó en su propia fortaleza, sino en el Señor,
y Dios lo bendijo grandemente por ello.
Al poco tiempo, lo
que aparentemente era una tarea imposible quedó concluida. ¡El muro fue
reconstruido en apenas 52 días! Al montarse y cerrarse las enormes puertas, la
ciudad se llenó de júbilo. ¡La misma gente que antes de la llegada de Nehemías
estaba desalentada y sin esperanza, ahora cantaba con gozo celebrando el
término de la obra! Nehemías escribió: "Al enterarse de esto, todas las
naciones vecinas tuvieron temor y sus pueblos se sintieron humillados, ¡porque
sabían que por la mano de nuestro poderoso Dios había sido hecha aquella
obra!" (Nehemías 6:15)
Debido a la fe de
Nehemías y la obediencia del pueblo, Dios derramó Su Espíritu sobre ellos en un
reavivamiento espiritual impresionante. Todo el pueblo se reunió a escuchar a
los sacerdotes que enseñaban la Palabra del Señor. "Y leían en el libro de
la ley de Dios, y lo exponían claramente para que todos pudiesen entender."
(Nehemías 8:8)
Durante siete días
el pueblo se reunió cada mañana para escuchar la Palabra del Señor, y
confesaban sus pecados y limpiaban sus corazones delante del Señor. Todos alababan
al Señor y mostraban su gratitud porque a pesar de todos sus errores y pecados
el Señor los había bendecido grandemente.
Al empezar a
comprender lo que el Señor había deseado para todos ellos, y cuánto los amaba a
pesar de sus pecados, todos lloraron y se lamentaron de los errores del pasado.
Pero Nehemías, hablando delante de la gran congregación, les dio ánimo,
diciendo: "¡No os lamentéis ni lloréis! Id y comed grosuras y bebed vino
dulce, y enviad porciones a los pobres que no tienen nada. Este día es sagrado
al Señor. ¡No os entristezcáis, porque el gozo del Señor es
vuestra fuerza!" (Nehemías 8:10)
Una vez que los
hijos de Dios comenzaron a obedecerle, la Biblia dice que "¡Dios
hizo que se regocijaran con gran regocijo y el alborozo de Jerusalén fue
oído desde lejos!" (Nehemías 12:43)
¡Esta historia es
un relato asombroso de cómo la fe de un hombre cambió por completo la
historia de toda una nación! ¡Lo que no había sido más que un sueño, se
convirtió en una hermosa realidad! ¡Gracias a un hombre que supo actuar con
fe y oración, Dios hizo que aquel sueño se volviera realidad!
¿De qué modo actúas
tú?
REFLEXION--¡El
Hombre Que Hizo Realidad Un Sueño!
1.
Una de las condiciones previas para
que Dios conteste nuestras oraciones, es tener el corazón limpio.
Cuando Nehemías oró pidiendo ayuda, también confesó sus pecados y
reconoció que él y su pueblo se habían descarriado (Salmo 32:5).
2.
Los ejemplos que hay en la Palabra
nos dan fe en que Dios nos ayudará en una situación similar
(Romanos 10:17).
3.
Los problemas de Israel no le sobrevinieron
por "casualidad", sino por su desobediencia a Dios.
Moisés les había advertido mucho tiempo antes lo que les pasaría si se
apartaban del Señor, y su profecía se cumplió.
4.
Dios siempre da a Sus hijos una
oportunidad de arrepentirse y cambiar. ¡Su misericordia es infinita!
(Isaías 1:18)
5.
Mientras hablaba con el rey, Nehemías oró
pidiendo prudencia, y el Señor lo guió y le mostró qué decir. Hay veces
en que la oración es algo que se hace sobre la marcha; no tenemos más que reconocer
al Señor en nuestro corazón para que nos guíe y nos oriente. (Proverbios
3:6; 1 Tesalonicenses 5:17)
6.
Nehemías se ganó la amistad y a la postre
la ayuda del rey gracias a la lealtad y humildad con que lo había servido.
Debido a que fue fiel en lo poco, ¡Dios hizo que de humilde siervo,
pasara a ser gobernador de Judá, gracias a su fidelidad en las pequeñas
cosas! (Lucas 16:10 y 1 Pedro 5:6)
7.
Adonde Dios guía, El provee,
como en este caso, en que hizo que el rey ayudara a Nehemías a cumplir Su plan!
Si el Señor quiere que hagamos algo, nos dará los medios, siempre y
cuando estemos dispuestos a hacer nuestra parte y obedecer. (Mateo 6:33)
8.
No es siempre muy prudente anunciar de
antemano nuestros planes, ¡en especial a nuestros enemigos! (Proverbios 11:13)
9.
Dios siempre comienza con un hombre,
una voz, alguien de quien se pueda valer, un mensajero. Se halla constantemente
a la búsqueda de un hombre que convierta los corazones de la gente... un
hombre que la haga volver al muro de Su obra.
10. ¡Siempre
que alguien se atreva a ser diferente, a emprender una gran obra para
Dios, habrá muchos que se le opongan y lo combatan! (2 Timoteo
3:12)
11. El
Diablo siempre nos amenaza para tratar de hacer que desistamos, asustados,
¡pero no puede vencernos a menos que nos rindamos y le dejemos
ganar!
12. Nehemías
escuchó primero al Señor, y luego vino la "guerra de
propaganda" del Diablo. El siempre intenta hacernos dudar de la
Palabra de Dios.
13. ¡Nunca
alcanzaremos nuestros objetivos si tememos las opiniones de los demás!
(Proverbios 29:25 y Gálatas 1:10)
14. ¡Hizo
falta adoptar una actitud resuelta para contrarrestar el ataque del
Enemigo! Mostrar nuestra determinación a luchar es un buen argumento
disuasorio. Como dijo Jesús: "¡Un hombre fuerte armado mantiene a salvo
sus bienes!" (Lucas 11:21)
15. ¡Si
bien Nehemías sabía que Dios estaba de su lado, aun así hizo su parte
para defender la fe y preparó a sus hombres ante un posible ataque, que nunca
se produjo porque el enemigo sabía que encontraría resistencia!
16. "¡Sin
profecía el pueblo se desenfrena!" (Proverbios 29:18) Cuando sus
hombres se desanimaban, Nehemías oraba con ellos pidiéndole a Dios que los
fortaleciera, y se tomaba el tiempo necesario para animar su fe.
17. ¡No
se puede hacer las paces con el Diablo! Si logra que
accedamos a una tregua temporal, será suficiente para que reúna refuerzos, nos
rodee, nos infiltre con sus mentiras y con sus espías y nos haga caer en la
trampa. No se puede negociar con el enemigo ni por un momento; ¡él está
determinado a ganar! (Efesios 4:27)
18. ¡No
debemos distraer nuestra atención con cuestiones secundarias! Nehemías no
se dejó engatusar por el enemigo. Dijo: "¡Hago una gran obra, y no puedo
ir!" (Nehemías 6:3)
19. Debemos
cuidarnos de los traidores, los Judas que estarán dispuestos a traicionarnos
por motivos personales o para sacar ventaja. Algunos de los peores rivales de
Nehemías eran los nobles judíos que se habían casado con miembros de familias
del enemigo. Además de actuar de espías, difundían constantemente dudas y
mentiras para tratar de desalentarlo. (Gálatas 2:4)
20. Cuando
la gente se dedicó de lleno a hacer lo que podía (construir el muro), el
Señor hizo lo que ellos no podían hacer. ¡Debido al arrepentimiento
y la obediencia del pueblo, derramó sobre ellos Sus bendiciones y
produjo en ellos una renovación espiritual!
21. El
buen fruto, la obra concluida, se convirtió en un testimonio que tapó las bocas
mentirosas de los enemigos. (1 Pedro 2:15)
22. Una
vez que la gente se mostró abierta y dispuesta a obedecer al hombre que Dios
había ordenado para que la dirigiera, Él les dio lucidez espiritual para
entender la Palabra. (Juan 7:17)
23. Aunque
Dios señaló al pueblo sus pecados, no tenía intención de que la gente se
hundiera en el remordimiento. Sólo quería que los viera y se diera cuenta
de ellos. Lo que Dios quiere es que aprendamos a no volver a cometer los
mismos errores.
24. ¡La
liberación de los judíos del cautiverio, su regreso y la reconstrucción de
Jerusalén fue un testimonio ante las naciones vecinas de que Dios es
misericordioso con sus hijos cuando se vuelven a Él! (Salmo 107:1-9)
25. La
obediencia de Nehemías al reconstruir Israel salvó a su pueblo en aquella
época, ¡pero lo más importante fue que preservó a su pueblo como nación, para
que varios cientos de años después viniera a Israel el Mesías, Jesucristo, y
diera Su vida por los pecados del mundo! ¡La fidelidad y la obediencia de
Nehemías tuvieron un alcance mucho mayor del que jamás hubiera imaginado! ¡Y
puede ser igual en tu caso! ¡De modo que sé fiel y obediente en lo que el Señor
te mande hacer!
¿Lo harás?
Oración para hoy:
Me infundes fuerzas
Te enaltezco por ser mi Rey poderoso, por serlo todo para
mí, por tenerme entre Tus brazos y alzarme en espíritu por encima de las
tribulaciones, los pesares y las dificultades. Gracias por cuidar de mí, por
echar sobre Ti mismo mis penas y afanes, por Tus anchos y fuertes hombros que
me sostienen. Reconozco que puedes resolverlo todo, cualquier situación,
cualquier complicación, cualquier problema. Gracias por tener todas las
soluciones.
Obras portentos, prodigiosos milagros que afectan mi vida,
inspiran mi espíritu, me hacen crecer en fe y amor y me llevan a acercarme a
Ti, a Tu luz, a la Fuente.
Gracias por alzarme, por inspirarme, por amarme, por
conferirle a la vida un sentido tan maravilloso, por darme un propósito por el
que vivir cada jornada, por el gozo de ver un nuevo día, encomendártelo a Ti y
seguir avanzando por Ti.
Gracias por infundirme fuerzas.
¡Con mucho amor y oraciones!
Hugo y Elizabeth
Ministerio Luz Celestial, San José – Costa Rica
Teléfonos: (506) 88539162
E-mail: mluzcelestial@gmail.com
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